Agricultores no retornan al agro por explotar oro

En ningún momento, en los últimos veinte años, se ha previsto que el campesinado de la región occidental del país, debido al minifundio, a la carencia de asesoramientos, abonos, semillas y poca disponibilidad de tierras cultivables, se vería obligado a emigrar a otros sitios y, muy especialmente, dedicarse a la actividad minera. Muchos de los jóvenes que prestan servicio en los cuarteles del ejército, con el logro de sus “libretas de servicio militar” no retornan a sus sitios de origen y prefieren quedarse en las ciudades cercanas o conseguir trabajo en las minas.

En el año 2016, fueron varias las razones para que los campesinos que abandonaron sus tierras -muchos conjuntamente sus familias- decidieran no volver a ellas por no encontrar aliciente alguno para continuar con labores agrícolas. Ahora trabajan en ciudades y en centros mineros que los acogen por tratarse de “mano de obra barata” y no tienen mayores exigencias. Una de las labores que el campesino realiza en mejor forma es el trabajo en minería y es así que las minas del área montañosa están copadas por campesinos pertenecientes a diversas comunidades y muchos de ellos lo hacen en las faldas del Illimani y de otros cerros nevados.

Una de esas labores de minería consiste en abrir pozos de 16 a 20 metros para extraer tierra y de ella sacar pepitas de oro. Esto es lo que ocurre en muchas comunidades cercanas al Illimani y el oro resulta gran acicate para quienes en la propia tierra no han encontrado aliciente alguno para continuar labores agrícolas o, finalmente, en centros poblados donde, en casos, se han visto explotados. El oro, el metal que atrae, ha copado a familias enteras porque aprovechando pequeñas parcelas de sus tierras que eran cultivables, al abrir pozos sacan oro; pero, para ello utilizan gran cantidad de agua y, además, ácidos contaminantes del agua.

La verdad es que la muchas de las minas en las regiones montañosas, en cabeceras de valles e inclusive en zonas tropicales, utilizan a campesinos en labores de perforistas (que el campesino aprende rápidamente) o a sus esposas en calidad de escogedoras de metal o “palliris” (aymara). Estas personas prácticamente cubren las necesidades de mano de obra en las minas, donde, especialmente en las grandes, se les proporcionan escuelas para los hijos, pulperías bien abastecidas, servicios médicos y, lo más importante, seguridad de permanencia en el trabajo; todo esto es aliciente para los campesinos.

Es importante que el gobierno adopte medidas con miras a que la minería, en cualquier sitio del país, no utilice aguas que vayan a ser contaminadas; de otro modo, en un país minero como el nuestro, se corre el riesgo de contaminación que puede ser muy peligroso. Las técnicas modernas de minería tienen que servir para encontrar medios que eviten el envenenamiento del agua.