Hernán Maldonado
A Miami le llaman La capital del sol o La puerta de las Américas, pero dejó ser La capital del exilio cubano, que ostentaba desde los años 60. Ahora solo es la capital del exilio, sin apellido, por su inmensa legión de desterrados ecuatorianos, bolivianos, hondureños, salvadoreños, nicaragüenses, venezolanos.
El mes pasado llegaron en improvisadas embarcaciones 150 cubanos porque temen que con Donald Trump se endurezcan las leyes que les favorecen la inmigración a Estados Unidos. En los años recientes hay otros inmigrantes masivos. Llegan en aviones y con visa de turista… para quedarse arriesgándose a la deportación. Son los venezolanos.
Cuando vivía en Washington, conocí a un solo venezolano y juraba que era un solitario porque no conocía a otros compatriotas. Hoy en Florida uno encuentra venezolanos en todas partes. Hay de los que pueden valerse por sí mismos y los que arriesgan todo para quedarse. Viven a salto de mata. Conocí a un joven que dormía en su auto en el estacionamiento de mi parroquia.
Una bioquímica con una dilatada experiencia profesional, vive limpiando casas. De cada 10 empleados en las lavanderías de autos, la mitad son venezolanos (muchos de ellos profesionales). En esta Navidad, por la transitada Killian Parkway un matrimonio revendía luces de colores. Me imagino que a pérdida porque en los grandes comercios esas luces abundan a los más variados precios. Se arriesgan, además, a ser arrestados porque está prohibida la venta callejera.
Para los exiliados de cualquier país, la vida no es sencilla. Una maestra acaba de relatarme que una de sus pequeñas alumnas no rinde como debiera y, ante la exigencia, le confesó que vive en un cuarto que comparten 8 venezolanos y no tiene dónde hacer sus tareas.
Pero aun los que tienen visa no pueden rehacer sus vidas. El diario El Nuevo Herald entrevistó a un cirujano cardiovascular famoso en Colombia, pero que tuvo que huir por amenazas de los narcoterroristas. A sus 56 años ya no piensa en revalidar el título. Trabaja en un hospital como simple asistente, con doctores que podrían ser sus hijos a muchos de los cuales les transmite sus conocimientos en la propia mesa de cirugía.
José Colina, el líder de los exiliados venezolanos, trabaja desde la madrugada en un frigorífico con un montacargas, aterido, pero según el gobierno de su país recibe financiamiento de la CIA, Lo que es peor, hay líderes políticos que desde Caracas le exigen volver a Venezuela y lo descalifican por criticarlos desde su “exilio dorado” ¿?
¿Y desde cuándo un exiliado no puede luchar por la libertad de su país? Otros irresponsables nos llaman “guerrilleros del teclado”. ¿Acaso no sirve que desde el exterior se divulguen las atrocidades que cometen los socialistas del Siglo XXI? El colega Carlos Blanco sostiene: “Siendo el proyecto chavista de carácter internacional la lucha en su contra también lo es… la palabra por la libertad dicha en cualquier lugar del planeta es digna de respeto, sea nombrada en Miami o en Varsovia… por tweeter o por señales de humo”.
Además, como afirma el embajador Diego Arria, un exiliado no es un ave solitaria. Ha dejado padres, hijos, esposas, abuelos, amigos, razón más que suficiente para perseverar en la lucha por la libertad de su patria, por más difíciles que sean las incomprensiones o las circunstancias del exilio.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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