Para nadie es desconocido -y mucho menos para el gobierno- que el país se encuentra frente a graves problemas que debe encarar: la crisis económica que no tardará en acentuarse peligrosamente; el gravísimo drama de la carencia de agua en varios departamentos; la segura y ya bien anunciada disminución de producción de gas; la inexistencia de nuevos campos porque no se han hecho, en más de diez años prospecciones, exploraciones o explotación en lo que, se decía “hay en el país grandes cantidades de petróleo y gas”; no hay producción de alimentos; nuestras exportaciones (al margen de gas, de momento) tienden a bajas peligrosas; nuestras importaciones de alimentos tienden a subir; la falta de inversiones de capitales foráneos y propios; los problemas sociales que por diversas causas podrían producirse (como “pan de cada día”) como ocurrió en el año transcurrido; la excesiva corrupción: el incremento del narcotráfico con el consiguiente aumento de cultivos de coca; la desertización de suelos por causa de la deforestación, chaqueos y utilización para cocales, el desmesurado aumento del contrabando, son algunos de los problemas a enfrentarse.
Sin embargo, parecería que hay miedo cerval o previsión del Presidente, su vice y su partido por las aún lejanas elecciones de 2019 en que se buscará la re-re-relección presidencial contraviniendo los resultados del referéndum del 21 de febrero y la propia Constitución Política del Estado. Todo muestra que también los políticos de oposición que parecen mostrar temores ante lo que podría ocurrir aunque, hay que decirlo, no hacen méritos ni nada por alcanzar lo que buscan: llegar al poder.
El pueblo ve consternado y decepcionado una lucha de quienes muestran sólo ambiciones y, si ofrecen algo, es poco o nada comparado con la realidad nacional y, mucho menos, con las urgencias. Un pueblo que ve demagogia y populismo, nomeimportismo y desfachatez en las conductas; ambición desmedida para seguir en el poder o alcanzarlo como sea. ¿Qué se espera? ¿Por qué la angurria de conseguir votos con anticipación de casi tres años? ¿Es que importan poco o nada los problemas nacionales que requieren estudio y atención urgente? ¿Es preciso mentir, prometer utopías, construir obras que ya no tienen importancia frente a los graves males que sufre el país?
Se dice, jactanciosamente, que el año 2017 “será mejor”, que nuestra economía “tiene los respaldos necesarios”, que “las reservas alcanzarán para hacer frente a cualquier crisis”, “que estamos mejor que otros países”, “que nuestro PIB es alto”, “que el gas alcanzará para muchos años”, que “no hay que alarmarse porque alarmas y mentiras son objetivos de la derecha, del imperialismo, de la rosca, de los vendepatrias, del cártel de la mentira” y, en fin, se dicen tantas sandeces que sólo dejan paralogizado al pueblo que siempre espera conductas constructivas y respetuosas.
La oposición, desunida, enfrentada, disociadora de sus propios cuadros, contraria a principios elementales de unión y coherencia que debería tener; con rivalidades mostradas hasta en el parlamento, donde dos diputados se enfrascan en discusiones absurdas; una oposición cuyas cabezas declaran cualquier cosa y critican todo pero no sugieren remedios a los diversos problemas; una oposición que con conductas ajenas a un mínimo de unión y sentido integrador, sólo le hace el juego al oficialismo que especta, aunque desde una posición donde también hay fisuras de división, lo que hacen por ella quienes deberían actuar con alguna coherencia en aras de saber, finalmente, qué rumbos siguen, qué alcanzarán, cuánto de confianza lograrán de la colectividad que en una elección aún muy lejana tendrá la oportunidad de votar.
El país espera, espera pacientemente; pero no resignadamente porque jamás pierde las esperanzas de que todos cambien y que el gobierno actúe con alguna coherencia, sinceridad, honestidad y responsabilidad haciendo gestión y administrando debidamente el Estado, sin petulancias ni revanchismos, rivalidades y odios que, lamentablemente, lo han caracterizado en once años y que, ambicioso, busca reeditar nuevos períodos aun contraviniendo lo que dice la Constitución y lo que ha decidido el pueblo con un “no” contundente y terminante.
2017 será lo que gobernantes y gobernados queramos que sea; las dificultades a vencerse será misión de todos; pero, ojalá que sea en paz y concordia, en armonía y esperanzas. Que los desacuerdos actuales pasen a la historia tétrica que el país sufrió siempre con quienes no han sabido amarlo y servirlo como es debido. Todos, sin discriminación alguna, debemos tomar conciencia de país y actuar de consuno con sus intereses y conveniencias sin creer que se puede hacer todo lo ilegal habida cuenta que “serán los abogados los componedores de entuertos insalvables”, aun sabiendo que no harán nada.
Finalmente, al desear felicidades a todos, hay que rogar que no se tenga miedo ni temores; que lo que deba ocurrir será voluntad del pueblo que nunca perdió esperanzas porque tiene los valores necesarios para enfrentar lo que lastime y sea contrario al bien común.
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