Uno de los fenómenos más interesantes en la vida política reciente de nuestro país es el de los “movimientos sociales”.
Son nombrados frecuentemente en los discursos políticos tanto del oficialismo como de la oposición, de hecho el presidente Morales afirma ser el líder de los movimientos sociales y junto a ellos ha podido revolucionar nuestro país convirtiéndolo en el Estado Plurinacional.
Estos movimientos tienen gran influencia en las decisiones gubernamentales y se encuentran representados en todos los poderes del Estado.
Cuando los movimientos sociales son convocados por el presidente, acuden masivamente llenando plazas, coliseos y calles, su sola invocación provoca cierto temor en la ciudadanía y respeto en las fuerzas políticas disidentes.
Se dice que este es el gobierno de los movimientos sociales, quizá porque ellos encabezaron los acontecimientos de octubre de 2003 y generaron la posibilidad para que dos años después, el Movimiento al Socialismo ganara las elecciones presidenciales con el 53.72 %, dando inicio a una serie de victorias electorales en las que la dupla Morales-Linera parece invencible.
Los movimientos sociales presentan ciertas características que los hacen singulares frente a otros agregados políticos. Se sectorializan de acuerdo con la coyuntura, pueden ser mineros, cocaleros, petroleros, etc.
Tienen la capacidad de territorializarse en los valles, el altiplano, los llanos, los territorios indígenas y parques nacionales, etc.
También pueden materializarse en los gremios y organizaciones de profesionales médicos, abogados, periodistas, comerciantes, etc. De la misma manera pueden encarnar en medio de todas las culturas presentes en el país y aparecer como multiculturales.
Su adaptabilidad es tan grande como un líquido que adopta la forma del recipiente que lo contiene.
Sin lugar a dudas, que este sea el gobierno de los movimientos sociales y que administre el poder en su nombre, le otorga al presidente Morales una gran ventaja política sobre la oposición, debido a que un partido político es siempre resistido por su corte ideológico, pero los movimientos sociales aparentemente emergen desprovistos de intereses grupales por su naturaleza social y parecen mostrarse como aglutinadores de la voluntad colectiva.
Hace algunos días en la ciudad de Montero, los movimientos sociales analizaron entre otros temas el de mayor importancia para el Movimiento al Socialismo, la repostulación de Evo Morales en las elecciones presidenciales de 2019.
La tarea no fue sencilla, pues debemos recordar que el año pasado un referéndum constitucional les dijo que “No”. Pero este no fue óbice, para que estos movimientos viendo cerrada la puerta desde el 21 de febrero, encontraran muchas “ventanas” legales para intentar introducir la repostulación.
Evo que gobierna obedeciendo al pueblo, dijo: “Si el pueblo lo decide, Evo sigue. Ningún problema. Vamos a ir a derrotar a la derecha. Tantas veces hemos derrotado a la derecha. Tenemos confianza en los movimientos sociales” -podríamos añadir- ¡y punto!
Además de la certeza de la inutilidad del voto ciudadano en el 21 de febrero, es evidente que Morales no tiene intención de obedecer ningún resultado logrado en urnas que él considere adverso para su proyecto de poder.
En estas condiciones la voluntad del soberano manifestada en las urnas se encuentra sometida a los intereses de un grupo que, a pesar de denominarse “movimientos sociales”, no representan a todo el conjunto de la sociedad.
El autor es expresidente de la Asociación de Periodistas de La Paz y Docente Titular de Opinión Pública en la UMSA.
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