Óscar Arranz Videla
Los barrios de grandes ciudades como Brooklyn o Manhattan en Nueva York, Belleville (París), o Lavapiés en Madrid, han sido sometidos a transformaciones en el paisaje urbano, con mejoras en los servicios y rehabilitación de edificios. Estas modificaciones no siempre responden a los intereses de los ciudadanos que viven en estos barrios, sino a una especulación inmobiliaria que acaba por expulsar a los vecinos tradicionales y provocar desigualdad. Este fenómeno se conoce como gentrificación.
El sociólogo Daniel Sorando y el arquitecto Álvaro Ardura, autores del libro ‘First we take Manhattan. La destrucción creativa de las ciudades’ han divido el proceso de gentrificación, que se traduce como ‘aburguesamiento’ o ‘elitización’, en cuatro etapas: abandono, estigma, regeneración y mercantilización.
Muchas de las zonas ahora reformadas fueron marginadas durante mucho tiempo. La modernización de los barrios trae consigo el aumento de los precios que atrae a personas con rentas más altas, edificios reformados y nuevos comercios. Este proceso no incide en un aumento de la calidad de vida de los habitantes que vivían en estos antes, sino en su expulsión. Muchos de ellos son ancianos que no pueden afrontar el rápido cambio en el coste de la vida.
Este fenómeno no sólo se produce en las metrópolis. Un estudio de la Universidad de Chile afirma que en América Latina, el 48% de las ciudades de tamaño medio tiene procesos de gentrificación en marcha. Algunas de estas ciudades sufrieron catástrofes naturales, y es en la reconstrucción cuando se aprovecha para hacer una remodelación que altera la estructura de los barrios, su diseño urbano y del carácter social que lo caracterizaba, provocando desigualdad en la población, que en parte se ve desplazada a otras zonas.
Las ciudades tienen un papel fundamental en el cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU. Entre sus objetivos está lograr ciudades con un desarrollo justo, inclusivo y sostenible. La inversión pública y el desarrollo de políticas que integren y respeten los barrios son fundamentales para evitar el fenómeno de la gentrificación.
Las políticas sociales de vivienda alejadas de la mercantilización son clave en la reforma de los barrios menos enriquecidos, sin desplazar el problema a otro lugar y para que la renovación de los barrios no sea sinónimo de expulsión, sino de recuperación.
El autor es periodista.
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