A medida que se actualiza el asunto de las aguas del Silala y, al mismo tiempo, avanza en su tratamiento la demanda de Chile ante la Corte Internacional de Justicia la Haya, entre los países interesados se producen variadas escaramuzas y enfrentamientos y una especie de guerra verbal que va adquiriendo carácter candente, con pocas probabilidades de reducir la temperatura.
Las opiniones acerca de ese tema son de las más variadas clases, pero predominan las de tipo técnico, sin que se ingrese al fondo de la materia, es decir se discute en torno a las ramas y no al centro de la cuestión o, lo que es lo mismo, se toma en cuenta lo secundario y no lo principal y, por consiguiente, se estaría tendiendo sobre el asunto una cortina de humo para distraer la atención y que puede desembocar en resultados poco esperados, en especial en lo que se refiere a la posición de la Cancillería boliviana.
Esa manera de tratar asunto tan delicado tiene aspectos anecdóticos y hasta caricaturescos que confirman que se está considerando el problema con poca idoneidad y profesionalismo. El hecho de que se trate de resolver el asunto haciendo fugaces visitas oficiales colectivas al lugar donde se encuentran las aguas de manantial del Silala; extender banderas; tomar agua en la cuenca de la mano y otras; la emisión de opiniones subjetivas; las invitaciones para hacer visitas conjuntas al lugar con autoridades de ambas partes; la presencia teatral de comisiones parlamentarias, etc., solo significan observaciones superficiales que no atienden la esencia del caso y finalmente crean falso optimismo, tanto en los medios oficiales como en la población y hasta la creencia de que con esas manifestaciones la CIJ de La Haya va a ser impresionada y se atendrá a esas exhibiciones.
En realidad, lo que se observa en el tratamiento del caso Silala es que tanto Bolivia como Chile han hecho derivar el conflicto a una coyuntura técnica y han dejado de lado el aspecto de Derecho. Se da vueltas en torno a si el asunto se trata de un manantial, de un río o un canal; si es un problema de la ley de la gravedad; si son aguas fósiles o corrientes y mil argumentos más. Pero, en todo caso, en especial la Cancillería del Mapocho insiste en que el incidente es a lo más técnico, argumento tramposo en que ha caído la Cancillería de La Paz, hecho que puede considerarse una maniobra en la cual ésta ha “pisado el palito” y no ve la esencia del caso.
Los recientes incidentes verbales que se han producido sobre el caso Silala son por demás evidentes. Revelan con nitidez que no se está considerando al asunto en su verdadera profundidad y magnitud y, finalmente, los resultados podrían ser altamente negativos para los intereses nacionales. No hay que perder de vista que la habilidad diplomática de Santiago sigue predominando de acuerdo con su vieja y pérfida conducta. Así, seguir girando en el círculo vicioso del conformismo, perder la perspectiva histórica, jurídica y conceptual de la circunstancia podría producir sorpresas contrarias al optimismo local.
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