Son más de diez los años de gobierno de Evo Morales -nacido en Isallavi del cantón Orinoca, Oruro, descendiente de una familia de agricultores y criadora de llamas- que lograron más críticas que elogios. Lo que me llama la atención es la edulcorada nominación de líder nacional, latinoamericano, e incluso, mundial; seguramente sus méritos tendrá. Mi preocupación se amplía cuando “no sabe -casi- nada” sobre hechos que hacen a su gobierno, a sus ministros, a la escasez de agua, a que había una LaMia que operaba en Bolivia, etc., seguir nombrando otros casos, es vano.
La ministra Lenny Valdivia admite que hay “debilidades” en gabinete, sin embargo cada cartera se enmarca -afirma- en lo que manda el presidente, por ejemplo, por qué ministros “usurpan” funciones de otros, quién permite ello. De hecho, García Linera habla de un “ajuste de clavijas”; la ejecutiva de las Bartolinas, Graciela Villa, promete un cambio de ministros; Feliciano Vegamonte, dirigente de la Csutcb, habla de destitución de ministros que no están con el proceso de cambio; Juana Ancieta plantea el cambio de los responsables de la crisis del agua y de LaMia. ¿Quién nombra a los ministros?, ¿Evo o los “dirigentes”? El (disidente) ex diputado O. Chirinos (Oruro) admite que se nombra a dedo. Para peor, el diputado Zavaleta –con ansias de poder- dice: en los viceministerios, jefaturas y direcciones hay personas que “no reúnen alta tecnificación” por ello urge una reestructuración. En fin... hay adláteres que, pareciera, saben más que el presidente, ¿así quiere ser re-electo?
Un líder, connota Noam Chomsky, no puede abstraerse de lo que es gobernar, de hacer gestión, de asumir sus errores y corregirlos. No puede olvidar que la población está consciente de lo que hace o no hace. Un líder, siempre está entre el éxito y las críticas; sin que ello signifique sanción para el “disidente”. El valor de un líder se asienta en el respeto a la CPE, a la democracia, a la sociedad, etc., gobernar para todos y no solo, ser indulgente y paternal, con los que le apoyaron con el voto.
Parafraseando a Pierre Bourdieu, también, hay “líderes con pies de barro”, que “ensucian” con improperios, se extravían en sus propios entuertos; niegan la democracia, fomentan el odio, el racismo, la mitomanía y la egolatría. Cuando son interpelados teórica y fácticamente -ante la falta de argumentos- se “victimizan” (“no sabía”, “no entiendo”) y acuden a la diatriba. El “barro” lleva a maltratar a ese 51,3% del pueblo que el 21 de febrero dijeron un NO a su repostulación, es decir un NO vinculante y de cumplimiento obligatorio.
En fin… al margen de los errores de sus ministros, de la “amnesia” convencional con la que “distrae” la ética política, éste debe purgar su entorno de malhadados adláteres. Purgar a los llunkus que lo “alaban”, opacando al líder, al gobierno, mientras obtengan sus beneficios personales ¡no les importa el proceso! Parafraseando a Horst Grebe, el líder debe despojarse de estigmas y etiquetas. Tomar en serio el desempeño de los indicadores económicos que ya prevé un déficit fiscal del 7,8% para 2017 advertidos en los $us 15.477 millones de 2014 a $us 10.264 millones para 2016. Debe fomentar la productividad y la igualdad, despojarse –reitero- de ese “barro” (llunkerío de muchos, de conceptos fascistas como “insustituible”) que sabotean su administración. Llevar a cabo una gestión económica con funcionarios públicos -pero- idóneos, con probada capacidad y lealtad.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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