Entre cartas, poemas y cuentos
Lydia Parada de Brown
La envidia anida en las almas viles, es un vicio despreciable que causa muchos males, deshace amistades, causa enojos en la familia y toda clase de malestares.
Se dice que la envidia se manifiesta más en las mujeres que en los hombres, le cuesta admitir que alguna amiga sobre quien recaen los honores o los elogios los merezca realmente. Ella no admite la superioridad de otras.
La mujer es celosa de todo y de todos y aun de la felicidad de sus propias amigas, aunque no estorbe la suya. Siente envidia de la amiga o conocida que tiene más dinero o más oportunidades que ella.
La envidia, los celos y las demás pasiones de esta índole suelen ser confundidos, sobre todo en la literatura moderna, con el orgullo y con el sentido de la justicia. En el caso de la envidia, lo que queremos es que los demás sufran si nosotros sufrimos o que sus goces no excedan a los nuestros.
El envidioso desea un reparto equitativo, no tanto de los placeres, como de los dolores del mundo. El envidioso llega hasta a difamar a la persona que alcanza más logros que él o que ella. Su sed de venganza le impide ver la realidad a través de las apariencias. La envidia y la difamación se unen para hacer daño a la persona que envidian. . .
Si una amiga o amigo llega a triunfar, en algunos aspectos de su vida personal o profesional, esto no es aceptado por la persona envidiosa. Por eso creo que la desgracia y el dolor lo comparten todos, pero el triunfo nadie.
La envidia, los celos y su cortejo de sentimientos negativos son enfermedades demasiado graves en la vida individual y social. Por ello inventan en contra de la persona que alcanza laureles en su trabajo, estudio y constancia, mentiras y hasta calumnias para desmerecerla. Pero toda esa infamia cae en el vacío, por la superiori-dad de la persona a la que envidian.
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