De principio corresponde anotar que de acuerdo con los derechos humanos vigentes en el mundo, la opción del aborto está ligada a varios factores. Por ello, en consecuencia no es posible tomar posiciones intransigentes. Cada caso suele tener su Sí y también el No.
De ser un estricto creyente en la fe católico, no hay margen a discusión. Su rechazo es absoluto, bajo el principio de que advino una nueva vida en el vientre femenino y por tanto hay que darle el curso que corresponde.
En el marco del humanismo practicante existe, en cambio, una dualidad. Empero, en última instancia es una cuestión voluntaria, en función de múltiples razonamientos, entre ellos la relación de la pareja, si ésta existe. Pero si es ocasional, la decisión de concebir o no un niño(a) tiene sus complicaciones, entre ellas las referidas a la salud de la mujer, a la salud que vaya a tener en el vientre femenino el bebé que se espera o que vino sin haberse tenido conciencia de tenerlo y, peor todavía, la responsabilidad de haber rodeado la protección del caso cuando se produce tal situación.
En términos de opinión, se tiene dos aspectos que dejan todo a la voluntad y posibilidades de tener un descendiente. Si se trata de seres que apenas han llegado a la adolescencia, la cuestión es muy delicada para adoptar una u otra vía.
Cuando se trata de matrimonios legalmente conformados, la pareja se pone en cuestión las posibilidades reales de tener un nuevo hijo o desistir de la idea. Hay casos en que los principios católicos tienen que imponerse, sea el costo que tenga. Pero cuando se actúa en función de sus propias realidades, está de por medio el derecho de ejercer la voluntad de los dos.
La realidad es que tener un hijo ya en matrimonio, demanda exigencias que muchas veces no se está en el alcance real de enfrentarlas, dadas las responsabilidades que atañen a una situación que puede o no ser aceptada y viable.
Cuando se sigue con fidelidad la religión católica, las de otras creencias no trascienden mayormente. La obligación es tener al nuevo ser, salvo que por las consultas médicas se ponga en riesgo la vida de la eventual madre. En este orden, no hay mayormente posibilidad de subestimar la existencia de la pareja que, al fin y al cabo, es lo que cabe conservar.
En los casos en que la pareja sobrepone sus posibilidades reales de preservar la unión, por encima de cualquiera otra consideración, la libertad de ejercer sus derechos humanos la tienen a mano para tomar una decisión compartida.
La vida actual, empero, no es tan fácil para los adolescentes y jóvenes de menos de 18 años de edad. En buenas cuentas, son todavía dependientes del hogar paterno. En unos casos, sin embargo, se puede consultar a los progenitores la decisión personal o de la pareja a los dos matrimonios o jefes de hogar, lo que en última instancia es lo mejor.
En cuanto al recurso del aborto, la decisión que se adopte en pareja es bastante exigente, con mayor razón cuando sólo la joven mujer debe resolver la situación complicada en que se halla.
Sin embargo, a lo que jamás se debe optar es al aborto sin prever la atención médica necesaria. Para estas eventualidades, se plantea al Estado una exigencia de primer orden, a través de sus respectivos organismos de salud.
Ante la posibilidad de no tener otro recurso, en el caso de ser ambos católicos, deben recurrir a sus iglesias, donde el perdón al pecado prevalece y, por tanto, no deja de tener algún recurso para salvar una vida por venir y también auxiliar a la joven pareja. Por supuesto, ambos recibirán duros reproches.
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