El actual desenfreno mediático por el escándalo del espionaje ruso en contra de la campaña presidencial de Hillary Clinton a través del “hackeo”, en el marco de los denominados “cíberataques”, que derivó en la expulsión de 35 miembros del área de inteligencia soviético, confirma una vez más que la información es poder. Más aún con el empleo de la tecnología moderna e informática, deplorablemente “escoltada” por fraudulentos medios y técnicas y recursos inmorales de que se vale en búsqueda de la información.
Pero lo cierto es que el “arte” de espiar (aun con sus actividades ilegales) no es nuevo, ya que hace más de 3.000 años que se utiliza métodos sorprendentes para obtener la preciada información que, en ocasiones, puede hacer ganar una batalla e incluso una guerra; fiel al principio de que “Si conoces a tu enemigo mejor de lo que te conoces a ti mismo, el resultado de la batalla ya está decidido”.
En tanto, los ejércitos modernos y los propios gobiernos le asignan inclusive una denominación más decorosa y tolerable: Inteligencia y Contrainteligencia (la primera para la búsqueda de información, la segunda para evitar la misma en contra nuestra).
Con todo, lo único irrebatible es que el espionaje al servicio del interés político, militar y/o económico en el marco de una virtual guerra sucia es una funesta realidad.
Hoy el libro “operaciones especiales”, del autor peruano W. Montecinos T. -en circulación actual- nos revela con todos los pormenores, actos históricos de espionaje regionales, por ejemplo el “abrazo de Charaña” (entre Banzer y Pinochet), con un montaje de cintas de audio en el propio vagón de tren de aquella reunión presidencial, con mucha anterioridad, a cargo de grupos de inteligencia a favor de un tercer país; así como el ajusticiamiento del militar peruano Víctor Ariza por el delito de traición a la patria por la venta de información militar a Chile, que culminó con el fusilamiento del mismo, dispuesto por la justicia militar.
El inefable “Plan Cóndor” en su lucha contra la llamada “subversión comunista” derivó en genocidios y otros crímenes contra derechos humanos y fue básicamente intercambio de información.
Las funestas campañas electorales nos revelan, asimismo, actividades de corrupción en la recolección de datos confidenciales, a cargo de empresas de espionaje extranjeros, para desprestigio de los candidatos opositores.
Deplorablemente, en otro enfoque del tema, el actual marco político y proceso diplomático que vivimos frente a nuestro oponente no está exento de estas agresiones, que se dan siempre en las tinieblas, por ejemplo con el ejercicio militar “Huracán 2015” e instalación de satélites “vigías” chilenos en la frontera tripartita, que en palabras del presidente Morales “intentan intimidar al país”, lo que definitivamente consideró un gran error, ya que afirmó que “el pueblo chileno desea hermandad e integración”.
Al presente Chile anuncia la inversión de 12.000 millones de dólares para la compra de armamento hasta 2025, que se suman a los 9.700 millones de dólares gastados entre 1990 y 2012.
Los interrogantes ante esta relación asimétrica que rompe el equilibrio diplomático y militar de la región son: ¿por qué?, ¿para qué?, ¿contra quién?
El autor es abogado.
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