El gobierno del presidente Morales se caracteriza por su discurso gelatinoso. Es decir, poco firme e inconsistente.
Tal es así que con gran facilidad se cambia los contenidos y los sentidos, pasándose de este “será un gobierno sin muertos” a más de 70 fallecidos por los conflictos sociales durante los diez años de gobierno de Evo Morales. De la misma manera, al cabo de su gestión constitucional, Morales debía irse con su cato de coca, su quinceañera y su charango, sin embargo, hoy no parece querer irse.
Las actitudes del presidente son caprichosas y erráticas, un día es, como lo bautizaron algunos medios de comunicación, progresista, el Gran Jefe Indio de la Patria Grande, al otro es un feroz depredador del medio ambiente al que poco o nada le importa la Pachamama y sus derechos.
La Ciencia del Derecho para nuestro mandatario es algo que se puede moldear a gusto y sabor, él “le mete nomás”. Para Morales y sus seguidores las leyes están para que las obedezcan otros, no ellos. De aquí que los aviones vuelen sin controles, que se pinte de negro la cara de las ovejas, que pase por nuestro territorio el Dakar mientras en La Paz nos bañamos con esponja o que en el aeropuerto de Alcantarí llueva más adentro que afuera.
Al cabo de diez años de ensayo y error, las metidas de pata dejaron de ser graciosas y ya no son atribuibles a la inocencia primigenia de nuestros gobernantes, ahora se ven como lo que son, malos actos de gobierno a menudo salpicados de corrupción.
Todavía no sabemos a dónde fueron a parar los grandes recursos económicos que esta administración tuvo a su disposición, las necesidades de la población relacionadas con mayores y mejores servicios no son atendidas en la cantidad y calidad requerida, en cambio se dice que “Evo cumple” y que nuestra economía está blindada.
Esperemos que los blindajes estén bien colocados y con el espesor adecuado.
El autor es Expresidente de la Asociación de Periodistas de La Paz y Docente Titular de Opinión Pública en la Universidad Mayor de San Andrés.
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