La reactivación económica

El primer mandatario el pasado año dijo que en 2017 debemos apretarnos los cinturones, seguramente debido a la caída del precio del gas que hace dos años lideraba el ingreso nacional. Las reservas no solo se agotarán, sino que nuestros compradores, Brasil y Argentina, con sus economías al tope, casi agobiadas, comprarán menos. Los hidrocarburos, por lo que está sucediendo en últimos años no tiene muchas perspectivas de mejoramiento y como consecuencia se advierte el efecto multiplicador, que es la crisis económica mundial, aunque el Gobierno se mostraba seguro de estar “blindado” para soportar este fenómeno que está azotando a muchos países. Para Bolivia el tiempo del alarde de la bonanza, el derroche y despilfarro se acabó.

Empero, en 11 años de gobierno del MAS poco se incrementó la inversión, que es motor del desarrollo económico, no se reactivó el aparato productivo, no hay soluciones ante el difícil panorama económico que atravesamos y ojalá en estos tres años que le quedan de gestión a Evo Morales, se diseñe una estrategia de desarrollo sostenible apartándose de la politiquería.

No es buena señal que Bolivia esté importando hasta el 90% de todo lo que consume. Los productos comestibles traen de Argentina, Chile, Perú. Los textiles, hasta mantas de cholitas, proceden de China Popular que invadió con su comercio a todo el país, con detrimento para la industria nacional que languidece y muchas empresas cierran sus puertas ante la competencia desleal. Bolivia casi nada produce, excepto hidrocarburos y algunos minerales. La agricultura tiene bajo rendimiento, debido a que sus productores en el área rural han abandonado sus tierras para introducirse en la política partidaria junto a sus esposas, sometidas a reuniones, asambleas, congresos, cumbres y desfiles por las ciudades.

No es necesario ser economista para darse cuenta, con preocupación, de la contracción monetaria existente (no hay circulante), se perdió el valor adquisitivo, las medidas gubernamentales contra la crisis no están dando los resultados esperados, pues hay deterioro económico. El nivel de crecimiento ha bajado. La economía no se estabiliza. No hay mejoras en la economía de la población.

Habrá que mencionar la falta de iniciativas efectivas y la poca decisión oficial para contrarrestar los efectos que a diario se registran en el ámbito de la producción y la productividad. La producción virtualmente está estancada, se trabaja a media máquina, la mora bancaria ha subido mientras las ventas y las ganancias se vienen abajo. Influye también negativamente el racionamiento de agua, que ocasionó gastos, por la compra obligada de botellones. Las esperanzas en cuanto a una pronta recuperación del empleo están lejanas. No se está reaccionando adecuadamente ante el período crítico, ya que una economía de mercado en crisis necesita de una acción más activa del Estado.

El desempleo y la caída de la demanda agregada son males que se debe encarar con decisión, en provecho de la población. La reactivación de la economía y del aparato productivo es lineamiento ambicioso de trabajo a ritmo sostenido, para combatir la pobreza, frenar la corrupción, el contrabando, el tráfico de coca excedentaria, el narcotráfico, mejorar la educación y la salud. La crisis no pone fin a la angustia y el desaliento de hoy, la extrema pobreza obliga a crear banda de delincuentes y meretrices por necesidad. La miseria que padece la masa anónima ante la falta de trabajo ya exhibe sus harapos y su anemia.

Anuncios y promesas para un “vivir bien” que hacen personeros de gobierno, pueden encandilar a muchos partidarios del régimen masista, pero no llenan los estómagos vacíos de familias que viven con un dólar diario, comen una sola vez al día y duermen con hambre. Es necesario un cambio de concepto, a la vez de estructuras para la solución de problemas que están situando al pueblo entre la espada de su democracia y la pared de la pobreza.