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A un mes del primer aniversario de la mayor derrota política del gobierno del presidente Morales no quedan dudas de que el mandatario rechaza el veredicto y que insiste en ser candidato para gobernar por un cuarto período y llegar a los 20 años corridos a cargo del país. El presidente jura que un tenebroso cartel maquinó para que dijese No la mayoría a la que se le preguntó el 21 de febrero si aprobaba que volviese a candidatear. Solo le resta escoger la forma que asumirá la pulseada.
Al aproximarse ese aniversario, ha empezado a delinearse una respuesta articulada al desafío que lanzó el presidente a sus opositores al aceptar de manera implícita una nueva candidatura a pesar de haber dicho hace 11 meses que se retiraría a su propiedad en el Chapare. (“Aceptamos los resultados. Es parte de la democracia”, dijo entonces). Se espera que este domingo surja una respuesta que no admita dudas sobre la oposición del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria al propósito re-re-reeleccionista. Ese partido estuvo entre los protagonistas del fin del ciclo autoritario de gobiernos militares y se apresta a conmemorar el asesinato de gran parte de su plana mayor de dirigentes el 15 de enero de 1981 en la calle Harrington de La Paz. El MIR pasaría a engrosar de manera militante la articulación a un nuevo No. Una expresión masiva del No está en gestación para llevar a cabo manifestaciones en todo el país en la fecha del primer aniversario.
Víctor Paz Estenssoro, quizá el presidente más lúcido de Bolivia en todo el Siglo XX, dio hace 40 años una respuesta sencilla cuando le preguntaron por qué había tantos cambios de gobierno en Bolivia, a menudo con violencia. “Por peras”, dijo, al explicar que el árbol del poder en Bolivia no producía suficientes frutos como para satisfacer a todos los que buscaban una “pera”, un trabajo en el lenguaje de entonces. Lo mismo valía para quienes buscaban mantener la “pera” que les había llegado a través del gobierno. Pregunten a quienes defienden la re-re-reelección qué posición ejercen en el Estado como resultado de su militancia en el partido de gobierno. La respuesta puede explicar la mayor o menor vehemencia con la que muchos suelen defender la continuidad de sus líderes. No será muy grande el número de los que ejercen funciones por méritos estrictamente profesionales, con prescindencia de ideologías.
A eso los analistas agregan otra razón: seguridad para el futuro inmediato de los líderes. Una justicia envilecida como la que ha tomado cuerpo no garantiza que serán conducidos con imparcialidad los juicios eventuales que algunos podrían enfrentar, desde corrupción hasta abusos y violaciones de los derechos humanos. El mismo razonamiento se puede aplicar a la tenacidad con la que Nicolás Maduro y sus partidarios en Venezuela se esfuerzan para mantenerse en el gobierno a pesar de la reprobación cercana al 90% que, en sondeos de opinión, les manifiestan sus compatriotas.
Los observadores destacan que el “frente externo” contrario al reeleccionismo y partidario de la alternabilidad democrática en el gobierno está fortalecido. Nada indica una reversión de los procesos en curso en Brasil y Argentina, y el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski en Perú les ha inyectado mayor vigor.
A eso se agrega ahora el advenimiento de Donald Trump para regir Estados Unidos. Con la retórica anti-capitalista que expresan los líderes de lo que queda del Socialismo del Siglo XXI, los analistas creen que no es difícil atisbar nuevas turbulencias en las relaciones entre Estados Unidos y los países regidos por ese signo. Una pregunta aún sin respuesta es si el empeño por la re-re-re llegará a agitar las aguas de nuestras relaciones exteriores.
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