Habiendo tratado el tema de los Monumentos a Héroes y Patricios en dos artículos anteriores; las limitaciones de espacio no me permitieron abordar el caso del Gral. José Ballivián y Segurola, de sobresaliente carrera militar. Como ocurre con otros personajes históricos, ni el gobierno municipal ni el nacional han permitido a La Paz honrar su memoria como es debido. A lo mucho y recién en los años 50 del pasado siglo se nominó avenida Ballivián la que surca Calacoto. La plaza de Viacha sí ostenta un monumento ecuestre al vencedor de Ingavi, lo cual es elogioso pero no suficiente.
Sucede que en dicha arteria de Calacoto no hay ni vestigio de una imagen que evoque al héroe que en la Batalla de Ingavi selló definitivamente la independencia de Bolivia, derrotando al ejército peruano al mando del entonces Mariscal y Presidente Agustín Gamarra, fuerza que pretendía la anexión del territorio nacional a Lima. Es curioso que en ausencia de un monumento al Gral. José Ballivián, se erija en la nombrada vía una estatua de Gualberto Villarroel. Existiendo en Miraflores una gran plaza con el nombre del ex presidente, lo sensato es emplazar su estatua en ese lugar o bien al interior del Colegio Militar de Ejército en Irpavi, también denominado Gualberto Villarroel. Así puestas las cosas en su lugar, es impostergable erigir un monumento épico al egregio segundo libertador de Bolivia.
En breve correlato de esta recordación es preciso tratar de sintetizar la vida y estelar trayectoria de José Ballivián. En 1818, muy joven, se incorpora a la valerosa guerrilla de José Miguel Lanza y luego de la Independencia milita en el Ejército de la naciente República. Entonces le cupo asistir a la campaña emprendida por el presidente Andrés de Santa Cruz con miras a la creación de la Confederación Perú-Boliviana y se le vio combatir bravíamente como uno de los comandantes en Yanacocha, Uchumayo -artífice del triunfo en esta batalla- y en Socabaya. Asimismo, intervino en los campos de Paucarpata, donde las fuerzas invasoras chilenas fueron batidas.
En Yungay se eclipsó no sólo la Confederación sino también la presidencia del Mcal. Santa Cruz. El retorno de Ballivián coincidió con la invasión de Agustín Gamarra. El primero, sin pérdida de tiempo, reorganizó el Ejército Nacional presentando batalla en los campos de Ingavi, donde los laureles de triunfo coronaron sus sienes el 18 de noviembre de 1841. Bolivia recién respiró aires puros de libertad e independencia. Elegido en el mando de la República el mismo año de 1841, desarrolló un gobierno edificante hasta 1847. Largo sería referir los logros alcanzados en esa gestión. Nos limitamos a recordar la fundación del departamento del Beni en 1842, en homenaje al triunfo de Ingavi.
Para redondear –como suele decirse- estas líneas, apuntamos que la obsesión de Gamarra era incorporar Bolivia al Perú. No carecía de partidarios en círculos políticos y militares más aquí del Desaguadero. Consumó su primer intento en 1828, exigiendo el embarque hacia Colombia de las tropas liberadoras que acompañaron al Mariscal Antonio José de Sucre, logrando plasmarlo en el llamado “ajuste” de Piquiza. La presencia colombiana le sirvió de pretexto, pero al mismo tiempo alejaba un contingente que podía estorbar sus planes anexionistas. Pagó con su vida la obsesión de su espíritu y en esa búsqueda fue, sin duda, tenaz y consecuente en exceso.
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