(ABC).-Helen Bailey, la celebérrima autora de la serie infantil de Electra Brown, pudo ser enterrada viva por su compañero sentimental, Ian Stewart, en una fosa séptica bajo el garaje de su casa, en la que fue hallada por la policía el pasado mes de julio (junto a los restos mortales de su perro de compañía, Boris).
Los macabros detalles de los últimos días de vida de la autora, que fue dada por “desaparecida” en abril del año pasado, han aflorado en los primeros lances del juicio contra Ian Stewart, acusado de asesinato, fraude y obstrucción de la justicia. El fiscal Stuart Trimmer acusó a Stewart de drogar sistemáticamente a la escritora con un somnífero (Zoplicone) y de haber “ejecutado cínicamente un crimen para quedarse con el dinero”.
Stewart se ha declarado “inocente”, pero las pruebas contra él son contundentes. El juicio durará previsiblemente siete semanas y el sospechoso puede ser condenado a cadena perpetua.
La tenebrosa historia de amor entre Ian Stewart (56 años) y Helen Bailey (51 en el momento de su muerte) podría dar para una novela de Agatha Christie. Se conocieron en el 2011, y el primer contacto fue “online”, aunque los dos estrecharon los lazos en un grupo de terapia para viudos.
Helen Bailey había perdido accidentalmente a su marido, John Sinfield, ahogado durante unas vacaciones en las islas Barbados. La trágica experiencia la hizo caer en una profunda depresión, hasta el punto que dejó de escribir éxitos como Nadando contra la corriente o Corriendo con tacones.
Salió del bache gracias a la ayuda de una psicóloga, Shelley Whitehead, que le recomendó que usara la escritura como terapia. Así fue como escribió su libro de memorias, Cuando las cosas malas ocurren con un buen bikini, en el que exploraba la herida dejada por la pérdida de su marido, y en el que daba ya indicios de su nueva vida (el libro estaba dedicado a nuevo amor, Ian Stewart, “por haber sabido darme un final feliz”).
La escritora había recuperado su alegría natural, o eso creían sus vecinos de la mansión de Royston, donde vivía con Ian Stewart y con quien había hecho incluso planes de matrimonio, garantizándole una seguridad financiera por vida (según ha trascendido en el juicio).
Pero el amante de “lady” Bailey quería más, según relató el fiscal Trimmer. Su objetivo era quedarse con la fortuna estimada de unos cinco millones de euros y dos casas. La Policía detectó movimientos de dinero desde la cuenta de la escritora desde el día de su “desaparición”, el 11 de abril del 2016, y ahí empezó a tomar cuerpo la sospecha.
El fiscal Trimmer recordó cómo Ian Stewat contribuyó a “la farsa de la desaparición”. El mismo fue el primero en denunciar a la Policía que la escritora salió a pasear con su perro y nunca más la volvió a ver. Dejó pasar cuatro días, o eso alegó, por si Helen Bailey había decidido marcharse sin previo aviso como otras veces a su segunda casa en Kent.
El fiscal aseguró que Stewart había perpetrado ya fríamente su crimen, pero siguió mandando mensajes al teléfono móvil de ella (que él mismo tenía en su poder) y contribuyó incluso al programa radiofónico “¿Dónde está Helen Bailey?” haciendo un llamamiento a la escritora por si seguía viva: “No solo curaste mi corazón hace cinco años, sino que lo hiciste más fuerte, más grande, más amable”...
El comportamiento errático de Stewart durante la “desaparición” hizo sospechar a los vecinos y a la policía. La orden judicial para poder excavar finalmente en el jardín se obtuvo finalmente aprovechando las vacaciones en Mallorca del sospechoso, que fue detenido a la vuelta.
El informe del forense certifica que la causa probable de muerte de la escritora fue la asfixia. El patólogo Nathaniel Cary puso el vello de punta a los testigos del juicio en el tribunal de St. Albans: “Es posible que la víctima fuera puesta en un estado inconsciente y muriera ahogada en el pozo negro donde fue encontrada”.
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