El Palo de Mayo, baile de erotismo y rebeldía

Por Melba Altamirano


MANAGUA (dpa).- La Costa Caribe de Nicaragua, poblada por negros, mestizos e indígenas, tiene un sello cultural único en el país: el baile del Palo de Mayo, un culto a la fertilidad de la tierra, al erotismo y a la rebeldía de sus moradores.

Enfundados en coloridos trajes, jóvenes y adultos de la región caribe nicaragüense practican esta danza casi como un ritual, que ad-quiere su mayor esplendor en el mes de mayo, cuando el comienzo de la primavera lluviosa rinde tributo a la fecundidad y a la vida.

“Tulululu pass under . . . (tulululu, pasen por debajo)”, es una de las canciones clásicas del Palo de Mayo que se escuchan cuando los tambores del carnaval negro se apoderan del caribe sur con desfiles de hombres y mujeres trenzados en vertiginosos puentes danzantes.

Simultáneo al baile masivo, varias parejas compiten por ser el centro de atracción de la fiesta, con movimientos sensuales de piernas y caderas que algunos comparar con la “lambada” brasileña pero otros consideran aún más agresivos e irreverentes.

Hay distintas versiones sobre el origen del Palo de Mayo actual, pero varios historiadores coinciden en que el baile nació en la mezcla de ritmos locales con una danza “importada” por los británicos que colonizaron el atlántico sur en los años 1800.

Los “costeños” nicaragüenses, que veían a las damas inglesas bailar de puntillas con sus pañuelos en torno a un árbol adornado con cintas blancas, decidieron transformar ese suave compás en una jubilosa explosión de ritmo, añadiendo al árbol flores, frutas y telas de colo-res.

Según cronistas de la época, la danza se bailó por primera vez en la paradisíaca Corn Island (Isla del Maíz, frente a Bluefields) y fue dedicada a la Reina Victoria por la princesa mískita Mary Clarence. Con el tiempo, el baile fue mucho más popular.

“Es una auténtica simbiosis entre el elemento africano y la rebeldía indígena que desafió la doble moral y la censura de aquellos que veían en el baile un acto de indecencia”, explica a la dpa el poeta Carlos Rigby, originario de la ciudad puerto de Bluefields, capital del caribe sur y también del Palo de Mayo.

La iglesia morava (protestante), de gran influencia en la región caribe, fue la que formuló las críticas más severas a la adaptación satirizada del baile británico, por considerar que atentaba contra la moral e incitaba a la sexualidad desenfrenada.

En una ocasión, cuenta Rigby, los sacerdotes moravos intentaron sin éxito prohibir a sus feligreses participar en el baile, lo que llevó a innumerables mujeres cristianas a disfrazarse de hombres para poder estar presente en las coloridas fiestas de mayo.

Conocido en su estructura original como Ribbon pole (Palo de cintas), el baile se considera también un culto al árbol, al que adoraban las civilizaciones precolombinas con la certeza de que en su interior vivían espíritus que le daban sensibilidad y alma propias.

Muchas de las canciones con ritmo de Palo de Mayo llegaron a la Costa Caribe de Nicaragua procedentes de Belice y Jamaica, como la popular “Donkey wan wata” (Donkey wants water/El asno quiere agua) y la ya famosa “Sin saima, sin ma lo” (Sing, Simon, sing my love/ Canta, Simón, canta mi amor).

En décadas pasadas, el Palo de Mayo dio paso al festival de “Mayo ya”, instaurado el quinto mes del año por el gobierno revolucionario sandinista para promover la cultura de la Costa Caribe, hasta hoy la región más despoblada y marginada del país.

Aunque el festival no continúa de forma institucional, cada mes de mayo los bluefileños organizan veladas artísticas espontáneas en los barrios negros de la ciudad, donde en plena calle se baila el Palo de Mayo y se consumen comidas y cervezas hasta el amanecer.

Varios grupos musicales nicaragüenses como “Macolla” y el bluefileño “Dimensión Costeña” han incorporado numerosas canciones de Palo de Mayo a su repertorio, logrando su difusión en países de Centroamérica y también en Estados Unidos y Europa.

 
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