En esta nuestra querida Bolivia cientos de miles viven en condiciones inhumanas por causa de la pobreza y las injusticias. Considero muy importante analizar estas tangibles realidades. Somos uno de los pases más pobres del mundo, esa es la verdad. Cada día observamos, incluso por medios televisivos, penosas situaciones y se solicita colaboración a la población, que generosamente ayuda ante la indiferencia del gobierno, que muestra insensibilidad en casos incluso desesperantes, cuando se necesita brindar auxilio clínico o económico. Ningún boliviano debería mostrar indiferencia ante esas situaciones.
La pobreza está asociada a hambre, carencia de vivienda, falta de abrigo ante inclemencias del tiempo, a la consternación durante tiempo prolongado, que son conducentes a algo aún peor: que es la miseria. Muchas personas temen a esta situación. Pero es un mal remediable. La miseria podemos reducirla intentando mejorar como personas, como sociedad, con solidaridad, trabajando poco a poco, exigiendo a los administradores del Estado que cumplan sus responsabilidades, con apoyo logístico, sin engaños como lo hacen algunos gobiernos en algunos países rezagados, subdesarrollados. Se tiene que dejar de lado experimentos de modelos económicos demagógicos, que ya no caben en el mundo moderno y fracasaron históricamente, como socialismos de corte marxista leninista, como en Cuba, Venezuela y otros, lo cual nos conduce a un hoyo cada vez más profundo.
Podemos salir de la miseria con la auto superación constante, ya que el instinto de supervivencia sobrepasa cualquier cosa. Hay gobiernos que no aprovechan las ocasiones para salir de la miseria honradamente, sin plagiar modelos obsoletos o recurrir a trucos y mentiras como lo hacen algunos políticos que gozan de poder. Es el calificativo que otorgo a muchos dedicados a política y solo han pretendido y pretenden bonanza circunstancial para ciertos sectores sociales. El poder los embriaga, de ahí surge su desesperación por continuar en el gobierno y pretenden usufructuar insaciables las bonanzas del poder, con el peligro de creerse insustituibles o transformarse en despóticos.
Hay formas de salir de la miseria, pero la mejor es la moralmente correcta. Con principios de profunda moral, los actos y decisiones en política serán desinteresados y encaminados a ayudar a los demás y a gobernar con honestidad, para dar al pueblo una vida tranquila y digna. Así a pesar de las circunstancias más difíciles, lograremos salir adelante.
Los gobernantes pueden rectificar sus errores y la mejor manera de salir adelante no es con engaños o con políticas experimentales, sino con honestidad que enaltece a los hombres de bien.
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