La Alcaldía paceña

Hace poco un periódico paceño acogió una singular y extraña columna de opinión en la que el autor vierte con pasión anodina una defensa al idilio que existe entre un Alcalde y una ex presentadora de televisión.

Si uno avanza de norte a sur por la meseta inmensa amurallada por las dos cordilleras, se encuentra en la corona de un cerro abruptamente cortado a cuchillo; es un accidente geográfico formado millones de años ha. Ahí, en ese hoyo inmenso que parece un cañón, está enclavada la cuidad cuyo respaldo es el Illimani, el monte eternamente vestido de blanco.

La ciudad de La Paz tiene gigantescos problemas que nacen de su difícil conformación orográfica y geológica. Calles que literalmente trepan serpenteantes y tortuosas, centenares de ríos en su entraña, laderas que no permiten una urbanización óptima, etc. Y teniendo en cuenta esas condiciones, ha sido impresionante el empeño puesto en los últimos diez años en plantar bellos jardines adornados con flores que difícilmente abren sus botones en los yermos situados por encima de los tres mil seiscientos metros sobre el nivel del océano, jardines que pretenden dar a la cuidad un tinte valluno. Hasta hace poco podía verse en los jardines de la urbe paceña una variopinta paleta de colores con casi todos los tonos.

El autor de la antedicha columna dice que la pareja de enamorados es un dechado de inclusión, de lucha contra el machismo, de cohesión marital. Lo cierto es que la ciudad y la sociedad toda seguirán siendo tan machistas como discriminadoras aunque cien o doscientas parejas como las de ese Alcalde se anden paseando bajo los tilos del Prado paceño.

¿Qué necesita la cuidad? Necesita leyes ediles que regulen las tarifas de los radiotaxis, por ejemplo; necesita códigos que preserven la arquitectura antigua; necesita un buen servicio de higiene; necesita que los gremialistas no ocupen la calzada de las calles. ¡Fijaos más en la normativa y en las cuestiones de fondo!

A mí particularmente poco o nada me interesa que el Alcalde de una cuidad ande pletórico de amor o desengañado por una dama traidora. Será gran Alcalde si cumple su labor con responsabilidad y visión.

Pero no toda la culpa es del enamorado. Culpa, y grande, también tienen los concejales de su agrupación ciudadana. Es en verdad loable el entusiasmo que impulsó la creación de esa agrupación ciudadana que contrarresta la infortunada fuerza hegemónica que ejerce hoy el masismo en la política nacional, pero salta a la vista que la tal agrupación desconoce lo que es una teorética política, no digamos consistente sino aunque sea endeble, y creo que hablar de doctrina es ir ya demasiado lejos. Pero sin intención de desanimar, el entusiasmo siempre se aplaude.

Las malas lenguas dicen que la ex presentadora de televisión anda fisgando en todo lo que corresponde a las decisiones del Alcalde, o en lo que concierne al Ejecutivo de la municipalidad, dicho de otra forma, pero ésos ya son chismorreos que no podemos corroborar.

Somos conscientes de lo complicado que debe ser gobernar una ciudad como ésta, tan difícil no solamente por el factor geofísico sino por la idiosincrasia y el abigarramiento de sus moradores, pero mucho hace falta a la ciudad, cosas de fondo. Y creo que no es ningún pecado que el Alcalde sea víctima del flechazo de Cupido, pero tampoco es ninguna ventaja ni motivo de alegría para los que vivimos en la Hoyada.

El autor es estudiante de Ciencias Políticas, Historia y Comunicación.