El título

Un título puede acreditar un derecho, la propiedad, por ejemplo. También puede ser el nombre y certificación concedida a una persona que destaca en algún deporte, como el caso de un campeón de boxeo, de la misma forma podría tratarse de una distinción honorífica que un soberano hace a uno de sus súbditos, nombrándolo duque, marqués, etc.

En el caso particular que me lleva a escribir estas líneas, me refiero al reconocimiento oficial que hace el Estado a una persona que ha concluido estudios superiores y que se encuentra habilitado para ejercer una profesión. El título en provisión nacional.

En algunas convocatorias públicas para aspirar a desempeñar un cargo, contar con este título es un requisito ineludible, tal es el caso de la docencia en las universidades públicas bolivianas.

En la Universidad Mayor de San Andrés existen tres categorías para los docentes: titular, contratado e invitado. En todas ellas invariablemente uno de los requisitos es el título en provisión nacional.

El proceso burocrático que sigue un postulante para administrar una cátedra, da inicio con la convocatoria pública que debe ser divulgada en un medio impreso de frecuencia diaria de circulación nacional, en ella se lista una serie de requisitos entre los que figura, por supuesto, el título en provisión nacional.

Cada carrera de acuerdo con sus necesidades, convoca profesionales para determinadas materias, luego una comisión formada por estudiantes y docentes revisa los documentos presentados (en el caso del título en provisión nacional se debe adjuntar una fotocopia legalizada), para después elaborar una lista con los nombres de aquellas personas que, habiendo satisfecho todos los requisitos, se encuentran habilitadas.

Luego esta comisión eleva informe al Honorable Consejo de Carrera con los nombres y remite su documentación para ser nuevamente revisada. Después, este Consejo hace un informe que pasa al Honorable Consejo Facultativo (cada carrera pertenece a una Facultad), que envía la lista y la documentación a Personal Docente para una nueva revisión y que, una vez hecho todo esto, se proceda a su inclusión en la nómina para el pago de su salario.

Naturalmente este proceso ha sido descrito grosso modo, únicamente para que el lector tenga una idea aproximada de un trámite que es bastante más extenso que el anotado por mí.

Por tanto, cuando una persona no tiene título en provisión nacional, son cuando menos dos las instancias de cogobierno docente-estudiantil (Consejos de Carrera y Facultativo) y una administrativa (Personal Docente), las que pueden y deben señalar esta ausencia.

En el caso de Álvaro García Linera, hoy conocemos que el Jefe de Personal Docente (2004-2006), hizo de conocimiento del actual Rector de la UMSA que el vicepresidente no tenía el título en provisión nacional, y que a pesar de ello se procedió a su incorporación como docente invitado en las Carreras de Ciencias de la Comunicación Social y Sociología, ambas dependientes de la Facultad de Ciencias Sociales.

Es también público que el Rector de la UMSA manifestó que no revisará la forma en que fue contratado el Sr. García Linera.

Por supuesto que dicha actitud del Magnífico Rector contradice su formación en leyes, porque no depende de él la revisión o no de la forma de contratación, pues existe en medio la presunción que se habrían cometido los siguientes delitos: falsedad ideológica, uso de instrumento falsificado y ejercicio indebido de la profesión, debido a que el vicepresidente figura en varios documentos como Licenciado en Matemáticas sin contar con el título que lo avale como tal.

Existen además del vicepresidente otros responsables, éstos, entre docentes y estudiantes, deben dar cuenta y razón de los motivos por los cuales se eximió al ciudadano García Linera del cumplimiento de un requisito obligatorio para ejercer la docencia universitaria.

Sin embargo, el caso aquí mencionado no es el único, personalmente cuando formaba parte de la Asociación de Docentes de Ciencias Sociales, tuvimos la ingrata tarea de exigir el alejamiento de varias personas que no contaban con el título en provisión nacional y que fueron incorporados como docentes porque, según algunos colegas, eran personajes extraordinarios a los que no se podía ni debía exigir algo tan banal como dicho título.

Debo agregar que entre ellos nunca conocí a un Ernest Hemingway o un Truman Capote.

El autor es ex Presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz y Docente Titular de Opinión Pública en la UMSA.