Hipocresía de la defensa del medio ambiente

Con qué facilidad se emite discursos sobre temas diversos, que solo quedan en la perorata. Se ha pregonado hasta la saciedad que debemos defender la naturaleza, que hay una postura de devoción a la pachamama o la madre tierra y tantas lindezas, aunque desde el gobierno, sea nacional, departamental o municipal, se posterga esos discursos apenas se cruce algún interés, generalmente demagógico o de alguna expectativa económica personal. Entonces se echa al olvido las proclamas del día anterior.

Uno de los mejores instrumentos de defensa del medio ambiente, de la naturaleza, de la madre tierra, de la pachamama o lo que se quiera llamar, es de las áreas protegidas y en Bolivia se ha establecido muchas que, infelizmente, no son manejadas adecuadamente, o se las utiliza con fines políticos y demagógicos. Porque las áreas protegidas, sean parques nacionales, reservas, santuarios y tanta gama de categorías que los ecologistas han planteado, son espacios geográficos para proteger la diversidad biológica, relieves geomorfológicos especiales que tienen que ser conservados o algunos paisajes de belleza singular, que merecen un tratamiento especial y su manejo requiere de políticas serias y cuidadosas.

Entonces, dentro de estas superficies no se debe construir una red de grandes carreteras, grandes obras de infraestructura civil, ni se debe fomentar conglomerados urbanos exagerados, porque son consideradas privilegiadas y se las tiene que cuidar, como dicen también los ecologistas, para la protección de la naturaleza y el solaz de las generaciones futuras.

Hace poco en grandes reuniones internacionales, como la tan mentada Conferencia del Grupo de los 77+China y otras recientes, se ha manejado conceptos sobre la defensa del medio ambiente, donde nuestro gobierno se ha explayado en ditirambos excesivos sobre la necesidad y urgencia de su protección. Pero no hay planes ni trabajos efectivos para conservarlo. Ahí tenemos el Parque Nacional Tunari, que es avasallado permanentemente por esa casta delictiva de loteadores que inventan incendios y otras calamidades para habilitarlas después como tierras urbanas. ¿Acaso el drama del TIPNIS no sigue irresuelto hasta hoy, donde, según dicen, solo se pretende ampliar la frontera cocalera? También está la construcción del puente sobre el río Beni, que afectará la biodiversidad y el turismo, convirtiendo Rurrenabaque en un lugar de tránsito de vehículos pesados. Se podría construir el puente en un sitio que afecte menos a la biodiversidad y el turismo.

Ahora se pretende construir la represa de El Bala, publicitada y no ejecutada por gobiernos anteriores por el tremendo impacto ambiental que amenaza. Se pretende atravesar el Parque Nacional Torotoro con otra carretera interdepartamental que tendrá efectos catastróficos sobre este bello escenario geográfico que se debe precautelar por sus rasgos de naturaleza silvestre, de aire limpio y sin contaminación ni ruidos estridentes. Cualquiera sea el área protegida, está asociada al paisaje, que es un valor natural que no debe ser alterado con las sofisticaciones de la modernidad ni de la tecnología.

Así como es la naturaleza en sus formas vírgenes, así debe conservarse, donde no se puede agraviar con acciones predatorias, menos con degradación de ecosistemas; pues, como se ve en otros países, no le es permitido al hombre extirpar una flor ni mover una piedra de su lugar, menos arrancar una planta. Tenemos que alcanzar ese nivel de respeto por la diversidad vegetal y zoológica. Debemos adquirir ese compromiso de veneración para legar a las generaciones venideras la belleza silvestre de la naturaleza, valores que Bolivia tiene todavía intactos.

El autor es el creador del Parque Nacional Torotoro.

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