Buscando la verdad
La combativa Cuba no deja de sorprender con sus cambios: primero, clausura el Ministerio del Azúcar y lo reemplaza por el Grupo Empresarial de la Agroindustria Azucarera; luego se abre al capital occidental, dándole un buen trato; retorna lento pero seguro a la economía de mercado; elimina cientos de miles de empleos estatales; ofrece tierras a la iniciativa privada, alienta el cuentapropismo y reestablece relaciones diplomáticas con los EEUU, su acérrimo rival ideológico.
Pero hay algo más: la revolucionaria Cuba apuesta por la biotecnología, no solo para la salud -lo hacía ya por muchos años- sino pragmáticamente, para producir alimentos.
Una nota de Inter Press Service (IPS) del 2012 daba cuenta que Cuba había decidido fomentar el uso de semillas genéticamente mejoradas para dejar de importar alimentos transgénicos caros y producirlos allí, ahorrando así los millones de dólares que gastaba.
Carlos Borroto, Vicedirector del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba (CIGB) dijo que había plantaciones de maíz y soya transgénicas en el occidente y centro de la isla, destacando que en el mundo se cultivaba ya 160 millones de hectáreas con semillas genéticamente modificadas (“Cuba produce transgénicos…”, IPS, 26.4.2012).
Por la nota se supo que Cuba trabajaba con organismos genéticamente modificados por más de 20 años: “El CIGB desarrolló el maíz transgénico de conjunto con el Instituto de Investigaciones Liliana Dimitrova, mientras que la soya se obtuvo con el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (…) ha trabajado las modificaciones genéticas también en plantas como caña de azúcar, papa, piña, café, tomate, arroz y papaya, entre otros (…). Incrementar el uso de maíz transgénico cubano seco se fundamenta en que los costos de producción son muy inferiores (…) los rendimientos se multiplican”.
Ahora, lo más importante: “Cuba cultivará maíz y soya transgénica a gran escala en 2017 para disminuir su déficit alimentario, pero bajo estricto control científico y legal, anunció una fuente oficial” (“Cultivos transgénicos para la sostenibilidad alimentaria”, Granma, 16.12.2016).
¿A dónde apunta esta estrategia productiva? La nota da cuenta que Cuba logró producir entre 2,8 y 4 toneladas de soya transgénica por hectárea (en Bolivia el promedio es 2,3) y apuestan a producir 9 toneladas de maíz transgénico por hectárea (en Bolivia es de 3,2) para ahorrar casi 500 millones de dólares/año por importación y avanzar en su soberanía alimentaria. ¿Digno de imitar, no?
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
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