Cuando en diciembre de 2005, el señor Evo Morales ganó, por amplia mayoría, el derecho de ser presidente de la República en forma legal y constitucional, desde sus primeras declaraciones expresó conceptos que lo mostraban como “seguro instrumento del socialismo de extrema izquierda”; él, seguro de lo que sentía, creyó que el socialismo comunista soviético o el castrismo comunista de Cuba, fracasados en todo sentido, él “podía reconstituirlo, refundarlo y hacerlo (tal vez por milagro) efectivo para el pueblo y que Bolivia se transformaría en “ejemplo de crecimiento, progreso y éxitos en todo sentido hasta ser igual que Suiza”.
Creencias que, en toda forma, resultaron simple demagogia, contrarias a la realidad y, mucho más al sentir de los bolivianos, salvo aquellos que por razones político-partidistas, creen cualquier propaganda así no la entiendan. Cabe recordar que en el año 1967, Ernesto Che Guevara, segunda cabeza de la revolución cubana triunfante, a fines del año 1959, intentó, por decisión del dictador Fidel Castro, hacer de Bolivia un bastión del castro comunismo y fracasó rotundamente no solamente por la acción del ejército boliviano sino por la indiferencia y hasta desprecio de los campesinos que, se creyó serían puntales de la “revolución que propugnaba el señor Guevara”. El comunismo, en todas sus caras y caretas, mimetizado en muchos grupos partidistas, no ha tenido cabida en el pueblo boliviano y así se lo ha demostrado inclusive con gobiernos dictatoriales como de los generales Alfredo Ovando Candia y Juan José Torres que no pudieron imponer ideologías de extrema izquierda, así sea manejando programas de terror como la llamada “zafra roja” que debía “diezmar” a la oposición hasta noviembre del año 1971.
El socialismo comunista ha fracasado en todo el mundo y, si hoy quedan resabios de él, están en Corea del Norte, y China Popular que, además, practica el capitalismo en el campo económico-financiero y para tener dominado al pueblo chino utiliza las tácticas del comunismo al estilo stalinista. Hay grupos pequeños que podrían llamarse insignificantes en varios sitios del orbe, pero sin ninguna trascendencia ni importancia. Querer imponer ese régimen en Bolivia resulta más que difícil no sólo porque no concuerda con los mismos sentimientos del pueblo y, si parte de él comulga con las ideas propaladas sobre socialismo es porque no entienden o comprenden muy poco que su uso está librado sólo para convencer a grupos de personas que se sienten comprometidas con el Movimiento Al Socialismo (MAS), partido del presidente Morales, que es el que sostiene al régimen y proclama una nueva postulación presidencial para el año 2019, año que está aún lejano no sólo para las ambiciones sino para lo que el mismo pueblo pueda concebir hasta entonces.
El socialismo propugnado y, dizque, practicado por el régimen del MAS en once años de gobierno, sólo mostró “algunas realizaciones” no siempre positivas y, para ejemplo, baste citar los extremos de corrupción como el caso Fondioc, el contrabando, el crecimiento del narcotráfico, la burocracia excesiva aumentada sin medida alguna, inversiones que se han perdido como el caso Bulo-Bulo, Papelbol, planta separadora de Yacuiba, soporte permanente a empresas públicas utilizando las reservas internacionales; construcciones faraónicas y palacios sin necesidad ni utilidad alguna; viajes presidenciales y de funcionarios que no reportan ningún beneficio y otros extremos muy largos de detallar. La diseminación de una creencia alejada de la realidad: “fortaleza financiera” con una economía “blindada”; disposición de un “colchón financiero” que permitirá “aterrizar” y ser el país “con mayor crecimiento, expansión del PIB, baja de la pobreza, seguridad en la distribución de la riqueza” y otras fantasías que están muy lejos de la verdad.
Por otra parte, explotación de campos gasíferos logrados por otros gobiernos y sin perspectivas de que el actual logre algo; sobreexplotación de campos que mantienen exportaciones a Brasil y Argentina y al consumo interno; un aparato productivo reducido al mínimo; importación de alimentos; deterioro de la producción y de las exportaciones y, lo más sensible a la moral pública: no respeto a la institucionalidad; así, un programa de “logros, éxitos y conquistas” del socialismo que sólo hacen recordar lo que Winston Churchill, el gran político inglés, dijo: “El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y la práctica de la envidia; su objetivo supremo es la distribución igualitaria de la miseria”.
Como corolario o remate de lo sufrido es la falta de previsión y responsabilidad: no haber construido represas para proveer de agua potable, para riego y otros usos en el país y ahora, tan sólo mostrar la intención de un presupuesto que, en principio, se fijó en el 0,4% del PNE que se lo aumentó ante la angustia y el drama de la población; pero, la solución del gran problema es a largo plazo y, entretanto, la población seguirá sufriendo lo que ningún país padece.
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