[Rodolfo Becerra]

Hipocresía de la defensa del medio ambiente

II

Si tanto proclamamos la defensa del medio ambiente, de la pachamama, la madre tierra, etc., estamos obligados a cuidar las áreas protegidas, entre éstas el Parque Nacional Torotoro, joya de la naturaleza que despierta admiración en los visitantes extranjeros particularmente. En las áreas protegidas no se puede ceder ante la ambición humana o el afán lucrativo de las personas. Pero existe una entidad que se ocupa específicamente de estos asuntos, ¿por qué no objeta las obras de impacto contaminante y destrucción en las áreas protegidas? ¿Dónde están las entidades ecologistas que no hacen escuchar su voz para evitar otra depredación en un área protegida? Tanta institución de defensa del medio ambiente, Fobomade, Lidema y otras ONGs que predican contra el calentamiento global y el cambio climático; los mismos habitantes de la zona deberían ser los que más se opongan decididamente a la destrucción de su parque. Pero o no conocen los peligros que lo amenazan o actúan por intereses mezquinos o no perciben los peligros que se ciernen sobre tan bellos lugares. ¿O tanta prédica solo concluye en la hipocresía del decir y no hacer? ¡Generalmente es la ignorancia y la falta de dedicación y vocación de amor a la naturaleza!

Para algunos parques son suficientes los caminos vecinales de turismo bien mantenidos, pero no las carreteras grandes que no son para cuidar la naturaleza, sino para destruir sus recursos de agua, aire y tierra; para contaminarlos y degradarlos. Así se convertirán en lugares de paso de grandes columnas de vehículos, rompiendo la naturaleza.

Por ejemplo, Torotoro es un valle situado a 2.700 msnm, tiene un clima inmejorable que no debe ser violentado por obras de cemento y asfalto, cuando lo que debería hacerse es concluir el camino que existe de Cochabamba a Sucre por Aiquile o construir esa misma carretera por la ribera del río Caine, recuperando para trabajos productivos otras zonas, donde no hay caminos por los cuales los campesinos puedan sacar su producción hacia Cochabamba o Sucre; o finalmente otras vías de intercomunicación entre poblaciones del norte de Potosí que necesitan vincularse.

El Parque Nacional Torotoro es el más grande sitio paleontológico y espeleológico de Bolivia, un lugar extraordinario que no es de sus habitantes solamente, que debieran ser los primeros en oponerse a una carretera interdepartamental. Es de todos los bolivianos y finalmente de todo el mundo y no debe ser destruido. Puede haber opciones para construir, por cualquiera de los bordes oriental u occidental del parque, vinculando poblaciones olvidadas que necesitan incentivar y desarrollar la actividad agropecuaria, pero no precisamente destruyendo uno de los más hermosos parques bolivianos. Si aquello se hiciera, se evitaría la migración de los habitantes del Norte de Potosí hacia el Chapare, que es la Babilonia de estos tiempos, que los envenena de muchas maneras.

¿Y qué dice el Servicio Nacional de Áreas Protegidas ante tanto despropósito? ¿Hay un estudio de impacto ambiental? o solo está diseñado para satisfacer la demagogia y el ego de alguna autoridad, sin que importe atentar contra un parque que es una obra maestra de la Naturaleza, que hay que cuidar por sobre todas las cosas.

Lidema y tantas organizaciones ecologistas que existen en el país deben ser consultadas antes de que se consuma el daño. El camino actual de ingreso a Torotoro por Anzaldo – Cochabamba, con las mejoras efectuadas por la autoridad de Caminos solo necesita mantenimiento y por la historia y sacrificio que costó, es un patrimonio del pueblo de Torotoro, también por el reconocimiento y respeto a sus antiguos pobladores que emplearon su esfuerzo en su realización. Quien esto escribe también contribuyó con su trabajo de adolescente en la construcción del camino. Esta epopeya también tiene su mérito y valor intangible.

Existe una ruta alternativa para la carretera más beneficiosa para la zona y es continuando por Sucusuma, Kehuayllani, Quioma, Añahuani, Pucara para conectarla al puente recientemente construido sobre el río Grande de Chayanta, lo que rescataría una franja de tierra muy productiva de clima cálido que necesita integrarse al comercio agropecuario para elevar el nivel de vida de sus pobladores, que no tienen otra alternativa de mejoramiento.

Las áreas protegidas son el mejor medio para cuidar y mejorar el medio ambiente y debemos aprender a respetarlas en Bolivia. En Costa Rica, por ejemplo, donde el 25% o más de su territorio es de áreas protegidas, sus habitantes han adquirido una conciencia plena sobre su conservación, cuyo nivel de educación debemos alcanzar en nuestro país. Algún intelectual ha dicho que en Bolivia todo lo que se hace está mal. Ese gran hombre que fue Alcides Arguedas ha dicho: “En Bolivia todo es grande”, refiriéndose a la naturaleza. Eso que es grandioso en Bolivia debemos aprender a venerarlo y respetarlo con la mayor de las convicciones, porque en esto está nuestro mayor tesoro.

El autor es el creador del Parque Nacional Torotoro.

bdlarltd@hotmail.com

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