En 2007 se impuso una regulación para proteger la producción nacional, por lo que en los hechos se tradujo un freno a las exportaciones, bajo el argumento de que primero había que asegurar las necesidades del consumo interno.
Sin embargo, aquella situación quedó superada en los últimos años, por lo que sería conveniente eliminar aquella medida, que pudo haber coadyuvado a las finalidades que tenía, pero al presente no se justifica ya su aplicación.
La exportación no es un mecanismo para la contención de los avances productivos, más bien todo lo contrario. Es el medio por el que se abren las puertas del mercado interno y, de esta manera, constituirse en el instrumento más apropiado para hacer crecer la producción interna.
En definitiva, tanto las autoridades gubernamentales como los propios agentes de la producción tienen que estar convencidos de que la mejor forma de desarrollo y hacer progresar al país es a través de la economía, uno de cuyos instrumentos es justamente la exportación.
De qué sirve estimular internamente al crecimiento de la producción, cuando en determinado momento el mercado doméstico está ya cubierto y, por tanto, hay que seguir haciéndolo para ingresar a la fase exportadora, que es la vía que más aporta al crecimiento y desarrollo de los países.
En las últimas semanas se ha conocido los importantes excedentes del sector de oleaginosas, azúcar y avícola, cuya orientación a los mercados externos puede respaldar la generación de mayor producción y empleo que tanto necesita el país.
Por medio del comercio externo el país logra mayores recursos para continuar desarrollando la producción interna. Entonces, lo lógico es eliminar barreras y frenos a la exportación, pues aquello es el resultado del crecimiento de todas sus posibilidades productivas.
Bolivia está en buena posición en cuanto a su estabilidad económica, lo que ahora falta es que no quede estacionada en el lugar al que ha llegado, sino que prosiga este proceso sin limitación alguna.
Por tanto, es indispensable abrogar lo dispuesto en 2007 en todo cuanto atañe a la exportación, manteniendo la prioridad de abastecimiento del mercado interno, como lo estableció la Constitución de 2009. De lo contrario, se persistiría en desalentar los alcances logrados en materia de producción, como sigue ocurriendo actualmente, con la vigencia de los cupos de exportación, que se han constituido en el principal desincentivo para frenar el crecimiento del comercio exterior.
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