La noticia de perfil
Ya podrán imaginar mis lectores el revuelo que se armó en el Palacio Real de la plaza Murillo al conocerse la noticia de que nuestro presidente Evo había bombardeado el cielo paceño desde un avión, consiguiendo desencadenar una copiosa lluvia sobre la sede de gobierno.
Al operarse este prodigio, mi corresponsal la cholita cochabambina estuvo a punto de sufrir un soponcio y tuvo que ser atendida por la Ministra de Salud, quien le dio un “Cuba Libre” que la indujo a gritar “Viva Evo Morales, bombardero del cielo”.
Cuando mi discípula periodística me contó el “hecho milagroso” de nuestro Presidente, le manifesté que el bombardear al cielo era un procedimiento conocido desde hace muchos años y no era ninguna proeza milagrosa, aunque Macacha insistió en que se trataba de un milagro presidencial que le permitía comparar a Evo con San Severino, santo que se venera en París y en Tarata, Cochabamba.
Como tengo referencias acerca del grado de “llunkerío” que reina en los ámbitos palaciegos, pregunté a Macacha qué había podido observar el día del “milagro lluvioso” en la casa de San Evo luego de su hazaña, contándome que ese día todos recibieron al caudillo con reverencia, pidiéndole que hiciera llover en Cochabamba y otras regiones del país, a lo que el milagroso gobernante accedió benevolentemente, advirtiéndoles que cada operación costaría quinientos mil dólares, precio barato por encontrarnos en época de lluvias.
A mucho requerimiento mío, mi discípula periodística me confesó que ella pediría al bombardeador Evo que hiciese llover sobre Quillacollo.
Pregunté a mi sagaz reportera si en el bombardeo del cielo paceño, el mandatario había contado algunas peripecias notables que había experimentado en su intrépida incursión y la periodista me comentó que el audaz navegante del espacio había encontrado en medio de las nubes a un viejecito de larga barba blanca… que no era otro que San Pedro, quien le preguntó: qué hacía en sus dominios. Le respondió el bombardeador que se encontraba haciendo campaña política para continuar siendo Presidente de Bolivia, palabras que conmovieron a San Pedro, quien con sus propias manos batió las compuertas del cielo y empezó a llover sobre la ciudad de La Paz, versión más creíble que todas las anteriores.
Macacha sonrió y me recordó que pronto llegarían los Carnavales y nos lloverían nuevas alegrías.
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