Dramas en las migraciones

En la última semana alcanzó contornos dramáticos el tema de las migraciones. A lo que habrá que agregar la situación de los refugiados, principalmente en el Medio Oriente y en Europa.

Ambas situaciones surgen por dos razones. En el primer caso, porque hay colectividades humanas que no pueden sobrevivir en los territorios que les tocó venir al mundo. En el segundo, las políticas que se aplica en algunos países, en especial contra la recepción de seres humanos que se hallan en esos trances de dolor e incertidumbre.

La situación de pueblos enteros, como sucede con los árabes y los africanos, debería ameritar algún consenso internacional. No cabe la indiferencia y menos la falta de responsabilidad en los destinos del orbe. Pues, cualquier desajuste o conflicto concierne a todos y, por tanto, resulta indispensable que haya una acción común al respecto.

La Organización de Naciones Unidas podía ser el instrumento para abordar la temática y encontrarle una solución, pero no lo hace. En círculos de opinión internacional se considera que este organismo se tornó en burocrático e ineficiente para buscar solución a los problemas del mundo, con mucha mayor razón cuando éstos atingen a multitudes de personas que en este tiempo, presuntamente “civilizado”, padecen experiencias lacerantes.

En Europa, el único país que está haciendo lo posible para atender estas realidades es Alemania, merced principalmente a que su dirigente política es una mujer de excepcionales condiciones humanas y ejecutivas. Ella es Ángela Merkel, cuyo nombre lo enaltece al punto de actuar como un ángel de la guardia de aquellos que están desamparados.

En este punto, es necesario hacer dos apuntes. Contra toda corriente racista que existe en su patria, ha recibido a un millón de refugiados del medio oriente. Pero no se quedó ahí, les asignó millones de euros para que sobrevivan en su patria y, a su vez, hagan lo suyo para reducir los impactos políticos y sociales emergentes de su permanencia en Alemania.

Lo hizo incluso poniendo en riesgo su estabilidad como conductora de Alemania, pero, una vez más, demostró su talento igualable para lidiar contra viento y marea para permanecer en el cargo y seguir aplicando las políticas que tiene trazadas. Más notable es el hecho de que una y otra vez se la ratifica en el cargo, de manera que lo está ejerciendo ya durante 10 años, a plena complacencia de la mayoría de sus compatriotas.

Vale la pena extenderse en el caso porque debería ser una lección para muchos gobernantes, por el acierto con que actúa en sus políticas internas y externas.

Sin embargo, no es suficiente una luz en el espectro internacional. Más cuando aparece la antípoda de esos logros, como es Donald Trump, nada menos que a la cabeza de la mayor potencia mundial. En total contraposición con la obra de Merkel, resulta que ahora niega el ingreso de miles de migrantes árabes a su país, pese a que una buena cantidad de ellos realizó con anticipación los trámites necesarios para acceder a los Estados Unidos.

Se aprecia, sin lugar a dudas, que es un racista y además un total improvisado para liderar a la gran nación estadounidense. Sus propios compatriotas y el resto del mundo están observando con asombro la serie de equívocos y falencias que está demostrando en el ejercicio del poder, cuando hace apenas un par de semanas que asumió el cargo.

Qué más puede esperarse de él, si de inicio demuestra incompetencia para dirigir nada menos que una gran potencia. La perspectiva, en estas condiciones, es sombría, tanto para los propios Estados Unidos como para el conjunto de la sociedad internacional. Porque no puede desconocerse que se trata de la nación rectora del mundo, por su poderío en todos los campos.