Casucha y bultos de toldos deslucen Paseo de El Prado

Ante la impresionante indiferencia de la Municipalidad y del propio Ministerio de Justicia, desde hace unos 3 a 4 años, se ha instalado una casucha frente a este despacho, con la intención de ejercer presión para que se atiendan demandas de una organización gremial.

Pese al prologando tiempo transcurrido, la tal instalación y ahora con bultos, la situación sigue invariable. Sea o no que se hubiera resuelto la demanda, las autoridades de ese despacho y principalmente de la Alcaldía debían hacer desalojar la casucha, como parte esencial de la protección que deben ejercer sobre el ornato público.

Las autoridades respectivas, como disponen de vehículos oficiales para transportarse de sus viviendas hasta sus despachos, tal vez no se apercibieron de semejante despropósito, pero los viandantes de ahí, de todos los días, están hartos de observar que no se cuida ni proteja El Prado, que es el paseo central que tan prolijamente cuidan los jardineros del municipio.

Consiguientemente, es paso obligado de cuanto turista y extranjero viene a La Paz y no debe pasarle desapercibido que aquello ocurra, en un lugar tan céntrico y que, en buenas cuentas, es el que embellece a esta capital, pues no hay otro espacio que compita con él.

Seguramente, tal vez a las autoridades, no les impacta tan lamentable exceso urbano, pero es hora de escribir estas líneas para llamarles la atención, pues la casucha seguramente cumplió el objetivo que tuvo al instalarla, pero no puede quedar para siempre, dañando el ornato de la ciudad, peor aún del principal paseo que tiene La Paz.

Es ya bastante, que gente sin educación ni respeto al ornato público, se encargue de pintarrajear los muros de la ciudad, sin que nadie reaccione. Ni la Policía ni la Municipalidad. Pues, tienen la suficiente autoridad para sancionar a los autores de tal atropello, incluso con la pena de cárcel, porque el delito que cometen es público.

Y que a ello se sume la casucha de El Prado, que sirve seguramente para todo los fines que quieran sus poseedores, sin importarles para nada ni el ornato de El Prado, como tampoco la reacción de los transeúntes, a menos que estos pasen por el lugar como autómatas, sin percibirse del atentado que se comete contra ellos mismos, al tener a la vista tan denigrante espectáculo.