Que el nuevo gabinete ministerial que acompaña al presidente Evo Morales es político más que de gestión y técnico, es un criterio generalizado. Lo ha dicho el ministro Carlos Romero, que el equipo trabajará en el tema de la repostulación, aunque señaló que ese camino es del de una “adecuada gestión”. Por otra parte, nadie desconoce que una vez más se trata de reciclajes y reacomodos. Viceministros o directores que ascienden a ministros o gerentes de alguna descentralizada son aupados al gabinete, como ocurre en el nuevo ministerio de Energía a cargo de Rafael Alarcón, quien se desempeñaba como Gerente General de ENDE.
Tampoco ha dejado de llamar la atención la ratificación de algunos que, en criterio general, debían haber renunciado oportunamente por hechos ocurridos en su gestión o que escaparon a su control. Así, entre otras cosas, a la ministra de Salud, Ariana Campero, se la responsabiliza del nombramiento resistido del actual gerente de la CNS. Su ratificación es un claro rechazo a cualquier cambio de esta gerencia. Del ministro de Obras Públicas, Milton Claros, a su vez, se esperaba su renuncia por causa del desastre de LaMia. Su ratificación es desconcertante en esta remoción ministerial. Se dice también que igual suerte debía correr el titular de Gobierno, en vista de los desaciertos en el conflicto de los cooperativistas y la inmolación del viceministro Illanes. En cuanto hace a Alexandra Moreira, ex ministra de Agua y Medio Ambiente, hizo tardía dejación de su cargo después de dos meses de la crisis del líquido elemento, le ahorró al Jefe de Estado relevarla del cargo. Similar situación debía corresponderle al ministro de Deportes, Tito Montaño, que no tuvo “arte ni parte” en el Dakar y su desarrollo a cargo exclusivo del de Culturas (¿?).
No es la primera vez que ministros descienden de su sitial a peldaños inferiores. Les tocó el turno a Hugo Siles y Gonzalo Trigoso, ex titulares de Autonomías y Trabajo, respectivamente, quienes humildemente aceptaron una desjerarquización en términos administrativos, ahora en calidad de viceministros. El primero bajo dependencia del ministro de la Presidencia y el segundo dependiente de su colega abogado, Héctor Arce Zaconeta, Ministro de Justicia.
Diferente es el caso de René Martínez, promovido al Ministerio de la Presidencia y ex Director de Defensa del Silala. El también ex senador, se verá inmerso en las pautas –nada aplaudidas- de su antecesor J.R. Quintana. La alternativa es aparecer menos confrontacional con la opinión pública o agradar al presidente Morales con actitudes beligerantes. No podrá dejar de ser el brazo ejecutor de la presidencia, pero es aconsejable que no incurra en sobredosis.
La novedad son los jefes de transparencia que como “cámaras de vigilancia”, según anuncio del vicepresidente, estarán a la pesca de todo intento de corrupción que pueda tentar a los flamantes ministros. Dichos jefes dependerán directamente de la presidencia del Estado y en absoluto de los ministros respectivos. La medida tiene tanto de desconfianza como de afrenta, sin salvedad de presunción de inocencia, sino todo lo contrario. Antecedentes no deben faltarle al Jefe del Estado y algo insinuó en su discurso informe en la Asamblea Legislativa. No deja de ser deprimente para el plantel ministerial, al extremo de provocar renuncias improbables, desde luego.
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