[Armando Mariaca]

Cuando el diálogo es sincero, concordia y paz son seguras


El Presidente de la República, en su mensaje del pasado 24 de enero, se mostró predispuesto al diálogo, a encontrar soluciones a los problemas que enfrenta el país. En algunos pasajes de su alocución que duró más de cuatro horas, mostró la posibilidad de encontrar caminos convergentes hacia entendimientos con quienes disienten con el gobierno.

Muchas veces, en los medios de comunicación se ha sostenido la necesidad de que el gobierno, conjuntamente su partido, acepten dialogar con la oposición política y con quienes no piensan, ni sienten como lo hace el régimen, se ha sostenido la urgencia de haber aprendido lecciones que dan las experiencias, mucho más después de once años de gobierno, tiempo más que suficiente para haber comprendido que no pueden haber discrepancias profundas y de fondo entre hijos de la misma patria.

Lamentablemente, hay que convenir en que ni el Primer Mandatario ni su segundo en el poder y menos su partido han convenido en que hay urgencia de comprender que solamente la unidad, la concordia y la paz entre partes en contraposición, pueden encontrar caminos ciertos y prácticos para superar situaciones conflictivas y para trabajar conjuntamente en búsqueda de soluciones a múltiples problemas que el régimen no pudo remediar por ineptitud o carencia de voluntad.

El gobierno y su partido han comprendido en algunas ocasiones que el diálogo es el mejor instrumento para un caminar seguro; pero, no puede ser un diálogo supeditado a lo que dice una parte, a lo que le conviene y no contradice, en absoluto, con su voluntad. Esto es lo que la colectividad y la oposición han entendido: el gobierno no puede supeditar la voluntad, criterios, pensamientos e ideas de los demás a su concepción de que todos deben estar condicionados y sin discusión alguna, a lo que ellos digan. Cada grupo político, cada fracción de la colectividad, cada institución y cada organización empresarial, laboral o cultural tiene sus propias ideas que son respetables desde todo punto de vista y nadie, por poder que tenga, puede tergiversar ello y someterlo a una voluntad que cree ser intocable, infalible y única en el concierto nacional.

Será muy constructivo y práctico que la oposición política concuerde con todo lo positivo expresado por el Presidente de la República porque, ante los buenos propósitos, no puede haber ausencia de diálogo, concertación y concordia en aras del bien común. Los partidos políticos se deben al pueblo y su deber es servirlo no solamente desde funciones de poder sino en el mismo llano mostrando virtudes que se hagan valores y principios, dando ejemplo de honestidad en el hablar y el obrar, señalando rumbos a seguir en pos de buscar soluciones a los problemas que enfrenta el país y que no son dificultades solamente del régimen gobernante sino de toda la comunidad nacional a cuyo servicio deben estar las organizaciones político-partidistas. Es tiempo de abandonar los rencores y los antagonismos en aras de intereses que son comunes a todos.

Si el partido de gobierno, MAS, tomase conciencia de lo constructivo del mensaje presidencial, seguramente adoptaría posiciones para abandonar sentimientos y conductas de odio, complejos, rencores y revanchismos que lo han caracterizado en once años de gobierno. Entenderían que no pueden servirse indefinidamente del país y, por el contrario, deben amarlo y servirlo; sentirían sus dirigentes que el poder no es eterno y que, más temprano que tarde, concluirá todo apetito por seguir senderos en que los intereses y conveniencias personales o de grupo deben tener fin.

Si bien es poco lo expresado por el Primer Mandatario resulta suficiente para entender que por lo menos existe la intención de actuar en consonancia con el pueblo y con sus organizaciones, que se comprenda que no puede haber mayor servicio que cumplir con la Constitución y las leyes para que el gobierno haga gestión y administre debida y responsablemente el país; finalmente, que se comprenda que once años es tiempo más que suficiente para haber aprendido que el diálogo es principio y fin del buen servicio, del amor a la patria y de conductas que estén acordes con los intereses generales del país.

El Presidente, seguramente consciente de sus expresiones, hará lo posible por cumplir los buenos propósitos que se haya impuesto porque mucho depende de él que se arme de fortaleza de principios y actúe de acuerdo con lo que el país quiere y exige.

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