Siguiendo la definición universal de democracia: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, resulta ser todo un chasco, ya que con el pasar del tiempo se comprueba que poco o nunca el pueblo ha sido representado. García Linera en su tesis racista dice: “más vale un campesino, un obrero en el gobierno, que un profesional o sabio”, sucede que siendo los campesinos y obreros baluartes de este proceso, ellos debían ocupar el gobierno; solo son los pícaros, los aprovechados, que privilegian intereses y prebendas, el resto, unos cuantos en cargos sin ninguna importancia.
García Linera continúa diciendo: “al K’ara hay que destruirlo, minimizarlo, empobrecerlo” y otros disparates. Ahora el gobierno se asfixia por la cantidad de “k’aras profesionales”, conversos, tránsfugas y cola de paja más papistas que el Papa, enemigos de su clase. Robert Moos (Colapso de la Democracia) dice que la democracia no es gobierno del pueblo, sino gobierno del político, mejor dicho, gobierno del político, del partido o de la partidocracia.
Tanto la democracia como el referéndum son sistemas donde se elige y reemplaza a un gobernante a través del voto mayoritario, decisión soberana muy respetada en el mundo civilizado, que hoy se pretende desconocer, escamotear y convertir a la Constitución y al voto en un simple mecanismo mañoso, como un trapo limpia manos. Este régimen totalitario, utópico e iletrado, habla de su triunfo eleccionario y de su reacomodo con la respuesta a sus ambiciones; crean un plan político funesto, donde el “proceso de cambio”, perdure para siempre y convertir al país en un feudo de dueños de vidas y haciendas. Tan inexcusable es la obligación de respetar el “NO” del Referéndum, que determina la imposibilidad de volver a presentarse, como candidatos, a Morales y García Linera, por “decisión soberana del pueblo”, que se debe respetar sí o sí. Lo contrario significaría la carencia de ética y moral política, un profundo desprecio al pueblo (Chávez decía que “el pueblo es ignorante, hay que tratarlo duramente”).
Ellos no perciben que esta conducta abominable pondrá en inminente peligro la democracia, con ella la explosión de la paz social. No sorprende a nadie tanta confianza del gobierno, al tener bajo su disposición instrumentos provistos y creados por el mismo sistema, sumando lo funcional de la institucionalidad a sus designios, y el empleo de artimañas políticas, como un indolente enemigo trata de quebrantar la democracia, consiguiendo así sus objetivos. De esta manera se ha destruido naciones, los nazis en Alemania, comunistas en Checoslovaquia, Chile con Allende.
Todos los procesos comunistas han sido siempre totalitarios y dictatoriales por esencia, por la fuerza desmantelaron toda democracia y libertades, que después de la caída de Berlín ninguna nación civilizada ha vivido esta experiencia, menos la que se trata de imponer en nuestro país. El desquicio de este sistema, vuelve al nefasto pasado de la soberbia, la maldad y el desprecio hacia la Constitución, las leyes y los derechos ciudadanos, en especial el respeto al voto soberano del pueblo. Qué se puede esperar de una “supuesta democracia política” extendida por mucho tiempo, cuando ésta se prostituye, corrompe y envilece, peor de una economía centralizada en manos de unos cuantos, que controlan el 80% del presupuesto nacional, de un despilfarro dispendioso sin ningún control legal, acudiendo ahora arbitrariamente a los fondos privados del pueblo, un elocuente abuso de poder, que no permite ver y aceptar la existencia de vitales necesidades; más allá de la monomanía política, en diez años no logramos superar nuestra postración de atraso después de Haití, menos igualar a otro país en América, comparación del Sr. Quintana en el Dakar.
Empeñados en cumplir el legado de Castro y Chávez, que matando la democracia y la paz social sojuzgaron y anularon toda reacción de sus pueblos. Somos un pueblo democrático y libre, y no tenemos ninguna obligación de tolerar a organizaciones o partidos políticos que tienden a destruir nuestra Constitución y lograr un gobierno absoluto, moralmente fuera de la ley. No pueden reclamar nuestro apoyo, menos obligar la igualdad ante la ley. Pero si por indolencia, falta de cuidado, cobardía o por falta de espíritu público, no estamos a la altura de los esfuerzos necesarios para defender y preservar nuestra democracia, entonces estemos dispuestos a someternos y soportar lo peor e inesperado.
Cuando la unidad y la cohesión están ausentes, el pueblo pierde su espíritu y su coraje moral, en especial si la indolente apatía, dejadez y el no importismo nos rebasa; cualquier afán de reacción resultaría un rotundo desastre, La violencia y la coerción generan la contra violencia ciega, evitando la usurpación del poder camuflado; solo nuestra cualidad de pueblo valeroso puede derrotar al más fuerte.
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