Conforme pasa el tiempo, y ante la presencia de una crisis económica que afecta a la mayoría de los países pobres, el narcotráfico adquiere mayores proporciones porque quienes están inmersos en el letal negocio utilizan métodos cada vez más efectivos. Se dice, hasta ingenuamente, que en los Estados Unidos y Europa disminuyó el consumo de cocaína y que Asia sería la mayor víctima; pero lo cierto es que si bien habría bajado en alguna proporción el consumo de “crack” y cocaína cristalizada, se ha encontrado métodos para mezclar el clorhidrato con otros productos que han invadido los mercados.
La producción y comercialización de cocaína ha aumentado radicalmente en Perú y Bolivia; su venta no encuentra dificultades y el método utilizado en los últimos años es que la mayor parte de lo producido en el Perú se traslada a Bolivia que ha resultado ser “país puente” para su invasión a EEUU, Europa y Asia; prácticamente se ha creado rutas especiales, vía aérea, que viven conectadas entre Perú y Bolivia y no solamente para la droga sino también para el oro que se explota en el Perú.
Según informaciones precisas se pregunta: ¿“Si Bolivia produce 7 toneladas de oro anualmente, de donde exporta 17 toneladas”? La respuesta es que Perú exportaría, vía ilegal por Bolivia, 10 toneladas a más de las que seguramente coloca en mercados internacionales por otras vías. El problema no tendrá fin mientras ambos países no decidan -honesta, enérgicamente, definitiva y responsablemente- adoptar acciones para frenar el tráfico aéreo ilegal que traslada no solo droga y oro sino todo tipo de mercaderías entre ambos países.
Se informa que tanto Brasil como Argentina habrían “puesto frenos al ingreso de cocaína a sus países”, pero la verdad es que tanto los ofertantes como los recipendiarios adictos encuentran siempre los mejores sistemas para contar con droga. No hay, al menos que sea radical, políticas que pongan freno al vil negocio, menos hay para frenar la economía ilegal, especialmente en Bolivia, que se ha convertido en país recipendiario de todo tipo de productos, empezando por alimentos, vehículos, etc., porque cuenta, además, con mercados seguros instalados en ferias y negocios debidamente abarrotados de todo.
Datos precisos hacen saber que la región de Guallagas y sitios colindantes, en Perú, y en el Chapare y los Yungas de Bolivia, los cultivos de coca han crecido y pese a los anuncios sobre “erradicación”, poco o nada se sabe sobre el destino de esos productos -coca y droga- que se decomisa. Será importante que ambos gobiernos actúen decisiva y decididamente en contra de los cultivos de coca excedentaria y contra la producción de “crack” y cocaína cristalizada; de otro modo, no habrá freno posible para su comercio ilícito y menos para evitar el consumo en la población de ambos países que, desde hace muchos años, padecen la presencia de droga que causa infinidad de víctimas.
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