Capital pandina celebró 111 años

• Hoy Cobija ya no vive de las bolachas de caucho, pero sí de las regalías e impuestos petroleros

Erbol (Cobija).- En el verano lluvioso de Cobija no lo es todo el aroma de la tierra roja y húmeda -sólo desplazada por la fragancia del jarajorechi–, la esencia que se expande hasta la hegemonía en la atmósfera de la capital pandina.

Tampoco la brisa brasileña que sopla desde la orilla izquierda del río Acre, otrora también de Bolivia, ni la continua e influyente migración altiplánica desde los tiempos del general Pando y sus batallones paceños de 1902, más que acrecentada en estos últimos años ni el predominio oriental desde la era dorada de Nicolás Suárez Callaú y su emporio del caucho hacia 1890.

Ni siquiera el portugués acelerado de los vecinos del norte hablado con mayor frecuencia en tiendas y residencias médicas, ni el español colla-camba de los mercados, oficinas y centros educativos donde se asienta gran parte de los migrantes del altiplano y los valles.

Es más bien el entorno socialmente diverso, de multiplicidad cultural y pluralidad étnica que da a la capital pandina el aire particular que ostenta y que parece emanar en cada rincón de parque, calle, restaurante o ambiente público, como ninguna otra en Bolivia.

Basada en la milenaria presencia indígena amazónica, hoy desplazada hacia reductos alejados, donde yaminahuas, machineris, araonas y pacahuaras procuran no desaparecer, la diversidad cultural en Cobija se respira especialmente en el mestizaje que deviene de añejas incursiones poblacionales desde diversas geografías y tiempos.

La más antigua: el coloniaje hispano de los siglos XVII y XVIII desplegado desde las misiones jesuiticas de Moxos y aún desde Santa Cruz con enclaves en Riberalta y Trinidad, aunque ya hacia 1500 el Inca intentaba establecer el gran Paitití en esta región.

Luego, la llegada intermitente de portugueses y otros expatriados peninsulares con escala en Manaos, Belén de Pará, Porto Velho o la más cercana de las capitales brasileñas: Río Branco, al norte del antiguo Territorio boliviano de Colonias.

También la migración japonesa, que en el codo de los siglos XIX y XX comenzó a poblar la “barraca Bahía”, proveniente de la alta cuenca del río Madre de Dios.

Grandes aventuras decimonónicas como el caucho de Tambopata o el tren trans amazónico, y hazañas como la travesía de un barco por tierra, lograda por Fermín Fitzcarraldo uniendo las cuencas fluviales del Ucayalí y Madre de Dios en 1894 (celebrando la proeza con Nicolás Suárez y Antonio Vaca Diez, antes de morir con este último), llevaron por entonces a varias familias niponas, ingresadas por la amazonia peruana, a recalar en “La Perla del Acre” incluso antes de la guerra con Brasil, entre 1902-1903.

Llamada “Barraca Bahía” en tiempos de Suárez y luego “Puerto Bahía” desde su fundación en 1906 para denominarse Cobija desde 1908, el ahora mayor conglomerado urbano más septentrional de la Amazonia boliviana era en sus inicios un punto de acopio de pesadas bolachas de goma cercano a “barraca Porvenir”, otro de los bastiones de la casa Suárez, con cuartel general en Cachuela Esperanza, entre Riberalta y Guayaramerín.

De aquel tiempo data la descendencia actual de los Shimokawa y Suzuki, de los Fukumoto y Murakami, entre otras familias ya tradicionales en Pando, que en muchos casos junto a los locales Ojopi, Queteguari, Yapovenda, por ejemplo, se han unido a los Melena, Silva o Da Silva para conformar frondosas familias notables de la sociedad, la economía, la política y la cultura locales.

”Aquel grupo de nipones constructores del tren amazónico, bajando por el río Tahuamanu, llegan a Barraca Porvenir pasando por Filadelfia donde algunos deciden quedarse… los más continúan hacia Riberalta, y el resto a Puerto Bahía”, relata en sus memorias “Pinki” Landívar Higashi en su columna de El Sol de Pando.

Hoy el camino La Paz-Cobija, con 48 horas de travesía (hasta 72 en lluvias), ya no es el único: por el lado peruano, saliendo de Juliaca, llega a Puerto Maldonado (cerca del boliviano Puerto Heat o el punto de BolPeBra, en el cono trinacional) la moderna cinta asfáltica que facilita en viaje en doce horas. Pero es de Perú, construida en los últimos diez años, para la vinculación Amazonas-Océano Pacífico, sin que se sepa si Bolivia en ese tiempo hizo algo similar.

MÁS EMIGRADOS

A mediados del año pasado, el capitán de aviación civil Anibal Arab Fadul, cuyo nombre conserva el nuevo aeropuerto entregado en 2016, en reemplazo del que sirvió desde 1984, recordó entre sus condiscípulos a los hermanos von Boeck, Hassad, Farah y Maradés, junto a los Díaz, Coelho y Watanabe entre varios hijos de migrantes libaneses, alemanes, italianos, portugueses y japoneses, según una entrevista con ese mismo diario pandino.

Eugenio Erick von Boeck es un reconocido poeta romántico, ex parlamentario además, y Carmela Pinto Hassaen una distinguida gestora cultural. Apellidos de honda raíz cruceña como los Vaca Diez o simplemente Vaca, Alpire, Fernández, Gutiérrez, Reyes o Bravo, incluidos los de origen sefardí (Antelo, Cortez, Cuéllar, Peña, Ribera) se enlazan en oportunidades con otros quechuas y aymaras como los Nina, los Condori, los Mamani de la migración quechua y aymara, que a su vez conforma un 40 % de la población actual (32 % en 2008, según un estudio del PIEB)Como diría José Salmón (Por tierras calientes, 1928), Cobija “tiene un aspecto peculiar, sui géneris que no es boliviano, es decir, no es colla, ni beniano, ni cruceño. Tampoco es una ciudad brasileña ni tiene parecido a ninguna otra.”

Quizá por ello no sorprende a que el mayor héroe regional sea Bruno Racua (1879-1832), un tacana proveniente de Ixiamas, en la selva paceña.

Al mando de Suárez en barraca Porvenir, Racua entrenó la partida de flecheros incendiarios que atacaron un polvorín brasileño en la otra orilla del Acre, mientras el capitán Federico Román y su patrón encabezaban la “Columna Porvenir” dispersando entre todos a tropas brasileñas y siringueiros mercenarios, como apuntan reseñas del periodista Irguen Rosas y el historiador Raúl Calderón.

 
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