Sabiduría
Dos monjes salen del monasterio al amanecer. Uno es un novicio muy joven y el otro es ya adulto y responsable. Caminan en silencio. Cuando llegan a la orilla de un río caudaloso encuentran a una hermosa joven consternada porque no sabe por dónde vadearlo para poder llegar a la otra orilla. Mira a los monjes desconcertada y el monje joven baja la cabeza deslumbrado por su belleza. El monje adulto, conmovido por el desconcierto de la joven, se inclina ante ella y la coge en sus brazos para cruzarla a la otra orilla.
Cruzan el río en silencio vadeándolo por los lugares adecuados para evitar los rápidos. La joven esconde su cabeza en el hombro del monje temerosa de ser arrastrada por el río y no poder llegar a su destino.
Al llegar a la otra orilla, el monje la deposita con suavidad sobre la arena, se inclina ante ella con una sonrisa y prosigue su camino.
El monje joven continua sin atreverse a alzar la mirada, desconcertado por tanta hermosura y por la libertad de la joven.
Prosiguen caminando en silencio pero el monje mayor se da cuenta de que el joven va taciturno y tenso. Con los ojos fijos en el camino no alza sus ojos ni para contemplar el cielo, ni los árboles ni las flores de los campos. No parece percibir el canto de los pájaros y, durante el descanso, junto a la fuente, bebe deprisa y se retira con gesto hosco.
Al caer el día, los monjes llegan a las puertas del monasterio que los va a acoger por esa noche y el joven, no pudiendo resistir más, le dice al monje venerable.
- ¿Cómo es posible que esta mañana hayas cogido en tus brazos a una mujer tan hermosa?
El monje mayor le sonríe y responde: “Yo la dejé sobre la otra orilla mientras que tú la has llevado sobre ti durante todo el día”.
J. C. Gª Fajardo
fajardoccs@solidarios.org.es
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