Achacachi: territorio del agua y del fuego

Si a partir de abril de 1953, en plena Reforma Agraria, se abrieron las puertas para los sindicatos campesinos; 2017 podría llamarse el Año de los movimientos sociales. Entre ambas fechas -sesenta y cuatro años de Historia política- estamparon su firma diversos acontecimientos, casi todos ellos caracterizados por la violencia y lo que es alarmante, entre grupos oriundos del mismo lugar.

Tal es el caso reciente de Achacachi, “El territorio del Agua”, como lo denominaron en su tiempo, me refiero a los años 80, los sacerdotes Xavier Albó y Gregorio Iriarte, autores de “Achacachi: medio siglo de lucha campesina” y “Sindicalismo campesino”.

Achacachi, espíritu y fortaleza del área lacustre, fue desde la etapa precolombina, en la Colonia, durante la República y ahora es, en el Estado Plurinacional, un espacio de coincidencias y contradicciones relacionadas en última instancia, con nuestro país.

Así, los enfrentamientos de febrero 2017 rebasaron las fronteras achacacheñas, del Omasuyos, del departamento de La Paz en incluso de Bolivia y al mismo tiempo, involucraron a representantes del gobierno y, según denuncias, de la oposición, encarnada presuntamente en el gobernador de La Paz.

Achacachi tronó en sus cuatro puntos cardinales. De una cuestión local, el problema creció y por lo menos hasta el lunes 20 de febrero, coincidió con otros conflictos, entre ellos, el suscitado por los cocaleros de Yungas de La Paz, contrarios a la legalización de 7 mil de hectáreas de coca, existentes en provincias del subtrópico de Cochabamba.

El estado de inestabilidad social y política de Achacachi también acrecentó en la ciudad de La Paz, posiciones divergentes en los grupos que estaban a favor o en contra de las marchas programadas para el martes 21.

La multifacética opinión pública conoce lo que ocurrió en Achacachi, Sin embargo, es adecuado referirnos a un tema específico: el ingreso de los Ponchos Rojos en aquel escenario que tiene por testigo al todavía eterno coloso del Mururata.

Los autores del libro “Ponchos Rojos” (Muruchi Poma, Feliciano F. Muruchi, María A. Morales y Ernest Herrera L.) afirman que este grupo nació durante la guerra del gas, el año 2003. Una artesana del lugar, fabricante de los famosos ponchos, dijo a su vez que “el rojo representa la sangre que se ha derramado por las luchas de liberación; el negro, representa la muerte y la tristeza por esas luchas. Por esta razón el rojo y el negro están unidos”.

Simbolismo que se podría tornar realidad, no por una lucha de liberación, sino por cuestiones locales, entre la Alcaldía de Achacachi y grupos vecinales descontentos, dicen, por una sui generis rendición de cuentas. En apariencia, con sólo volver a rendir cuentas, el tema habría sido solucionado.

David Tezanos Pinto, Defensor del Pueblo, horas antes del desarrollo de las posibles marchas del 21 de febrero, convocó a dialogar en la ciudad de La Paz, a las fuerzas civiles de Achacachi para que se entiendan, lejos de presiones. Afirmó que en Achacachi, jóvenes que venían con los Ponchos Rojos portaban “armas largas”.

Es decir, el conflicto de Achacachi, iniciado el 14 de febrero, podría continuar involucrando en esta pequeña guerra a miembros de varias comunidades campesinas e incluso de la segunda población en influencia, Warisata, en la que, durante una marcha, alguien sugirió el traslado de la Alcaldía de Achacachi, a Warisata…

El ingreso de los Ponchos Rojos da un nuevo giro al conflicto, pues este grupo, con supuesto entrenamiento de tipo militar, podría encontrar respuestas violentas en la ciudad y vecindad de Achacachi, acercando dramáticamente a nuestros ojos, el simbolismo del poncho: rojo por la sangre derramada y negro, por el luto que siempre clama y encuentra venganza, sobre todo, en gente oriunda del lugar.

clovisdiazf@gmail.com