Economía de palabras
Los Derechos Reales que nos dejó la “España grandiosa” no han sido ni borrados ni cambiados por el gobierno plurinacional, pero, quizá como venganza por los 500 años, ha recargado esa repartición con tal cantidad de empleados que la ha hecho insufrible. Es la inquisición hecha burocracia.
La idea del gobierno es dejar que siga con el nombre colonial pero que la gente que la necesite termine odiando todo lo real. Como política de inducción al odio, la idea no es mala, salvo que estés en Tarija.
Estuve en la oficina de los Derechos Reales de Tarija para un trámite elemental. La oficina mostraba una pulcritud admirable y sólo se veía tres filas de personas sentadas en sillas de plástico, nada colonial, el único elemento de mal gusto.
Una persona en la ventanilla. Me puse detrás de ella, pero los sentados en las tres filas me miraron con ganas de almorzarme o de “saiciarme”, lo que fue suficiente para que yo retroceda y, sospechando que los sentados estaban haciendo una fila, preguntar cuál era el último lugar.
El recorrido era sincronizado. Cuando alguien había sido despachado en la ventanilla, con movimiento rítmico, las 30 personas cambiaban de silla, avanzando cada una de ellas hacia el zénit. Parecían las olas en los estadios.
Demoré dos horas en este jueguito de pasar de una silla a la otra hasta que llegué a la ventanilla. En un periódico que alguien había dejado allí se leía que la Vía Láctea se mueve en el universo a una velocidad de dos millones de kilómetros por hora. En aquel espacio no se sentía esa velocidad. Mientras yo hacía aquella fila de los Derechos Reales, el planeta había recorrido 4 millones de kilómetros, en su camino a algún agujero negro. Leída en esa oficina, en Tarija, eso parecía una provocación.
Cuando acabó el trámite me acordé que uno de los principios del anarquismo es proclamar que “la propiedad es un robo”. Todo lo que tú tienes en realidad es resultado de haberle arrebatado algo a alguien. Fue cuando descubrí el verdadero propósito de esta inquisición burocrática: consiste en proclamar que la propiedad no es un robo, sino un problema.
Es la forma más eficiente de luchar contra el principio del sucio capitalismo y la egoísta propiedad privada, de proclamar la propiedad comunitaria. Todo tiene una explicación, no tan largas como las del vice, pero explicación.
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