Hace un par de días, en el acto de celebración de los 456 años de la fundación de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, su alcalde, ya entrado en años y que a veces suele ser objeto de algunas críticas por lo que se le ocurre decir, esta vez y seguramente otras, en su alocución expresó algunas ideas de importante valor conceptual, como que Bolivia y Santa Cruz no son sus autoridades, los gobernantes o sus edificaciones, sino su población, es decir su pueblo, sus habitantes, su gente y remarcó: “nosotros todos somos Bolivia, somos Santa Cruz”.
Este criterio que no es novedoso, pero que en los tiempos políticos que vivimos resulta esclarecedor, fue expuesto muchas veces en la historia de la humanidad, en especial frente al personalismo, el caudillismo, el endiosamiento de los gobernantes que dueños del poder político del Estado, asumen que ellos son el Estado y que su voluntad debe acatarse y cumplirse, no importa si atropellan las leyes, las normas o el interés colectivo. Y así fue con la monarquía resumida en la frase del rey francés Luis XIV: “El Estado soy yo”, es decir que la sociedad organizada en Estado, acaba concentrada en una persona, su voluntad y sus intereses de poder absoluto, por eso se denominó a esa situación como: monarquía absoluta.
La historia de la humanidad, de nuestro continente y de nuestro país está llena de esos individuos que, una vez en el poder, han asumido que ellos son el país, que ellos son la patria, que ellos son nuestra amada tierra Bolivia, y actuando en consecuencia, establecieron regímenes caudillescos de poder casi absoluto, en los que su voluntad se puso por encima de la ley.
Esa tradición política del poder caudillesco y personalista fue interpretada por el escritor e historiador Alcides Arguedas, que dividió a la historia de nuestro país en cuanto al poder político, en gobiernos de caudillos bárbaros y de caudillos letrados, pero caudillos. Y nosotros sostenemos que siguiendo esa clasificación, más han sido los gobiernos del caudillismo bárbaro que de los letrados, con la resultante de una sociedad, la nuestra, subdesarrollada, atrasada, de muy bajo nivel de desarrollo humano, y que dependen de los recursos naturales que le ha prodigado la naturaleza, es decir el “extractivismo”.
Hubo dos momentos en nuestra historia en los que, dentro del modelo extractivista, el país pudo despegar y superar su atraso y pobreza, uno fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el poderoso país del norte de América, necesitaba los recursos naturales, en especial mineros, que posee nuestro país. Pero firmamos un acuerdo de aliados con esa potencia y en consecuencia entregamos nuestros minerales a precio de aliados, por la situación excepcional en que nos encontrábamos, pues otros países con esos recursos mineralógicos y de la goma y caucho, estaban en Asia ocupados por Japón.
El otro momento ha sido en la década que ha transcurrido, cuando las materias primas que exportamos tuvieron precios elevados y en consecuencia el país recibió ingresos como “nunca antes”, pero la demagogia, despilfarro y politiquería administraron deficientemente esos recursos, de tal suerte que el desempleo y consiguiente pobreza sigue afectando a la mayoría de nuestra población, en especial los jóvenes, que siguen abandonando el país en busca de mejor futuro.
Lo que decimos líneas arriba es consecuencia del caudillismo presidencialista, que es el causante de todas nuestras penurias, y que nos debe llevar a los bolivianos a plantear otra forma de gobierno.
La frase feliz del alcalde de Santa Cruz nos debe llevar a reflexionar sobre la necesidad de revalorizar al hombre boliviano, y que sea él, el protagonista de nuestra historia, no sólo para ser carne de cañón en las guerras, como lo fueron nuestros abuelos y padres, y en las luchas para conseguir mejores días, pues somos un pueblo valeroso y humilde, pero no estúpido, como parece que nos creen los actuales gobernantes, que parece que han tomado la sentencia de un ex presidente que dijo: “en las espaldas del pueblo se puede sembrar nabos”.
Es hora del pueblo que se ha manifestado en el voto y en las calles como el 21 de febrero de 2016 y 2017.
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