Hasta eliminar la barbarie y violencia de género

Los ciudadanos que aprecian a la mujer como el ser más importante de la creación están preocupados por la violencia de género manifestada cruelmente en uxoricidios, feminicidios, vejaciones y agresiones físicas y psicológicas, además del acoso sexual. Este colectivo humano está en constante desasosiego, aunque hay leyes concebidas con buen propósito, se ha vuelto hacia atrás, pues las medidas de implementación de estas leyes reflejan aun un cariz tibio, no decisivo y ejemplarizador, ya que el abandono, olvido, descuido por las víctimas no tiene nombre por su negligencia y más aún, no se sabe exactamente el número de mujeres asesinadas, violadas, agredidas y vejadas, a lo cual los organismos facultados deberían apuntar, pues se trata de vidas humanas invalorables.

¿Cuántas víctimas deberán acumularse para que los organismos judiciales y de coacción actúen efectivamente contra esta barbarie?, para confiar en el quehacer político lo importante y cardinal es transformar en efectivas en su implementación las leyes de protección a la mujer y la aplicación del espectro sancionatorio de forma inmediata cuando se cometa estos execrables delitos.

Falta ostensiblemente la formación integral del personal judicial en la violencia de género y la necesaria prevención educacional. Existen elementos incrustados en los organismos de prevención, coacción y en el aparato judicial, de inconfundible pero disimulada esencia machista, que protegen a sus congéneres y hasta socapan el delito, distorsionándolo para exculpar al agresor; de esta forma se exacerba la corrupción, al abrir resquicios en la justicia.

Estos funcionarios siguen observando a la mujer como una ciudadana de segunda clase, prejuzgándola constantemente y manteniendo con estas actitudes la inveterada cultura machista experta en el maltrato.

Surge una luz de esperanza, pues se debe ser equitativo, ya que en una última declaración oficial en el senado del Estado Plurinacional, se afirmó como próxima aplicación que los jueces, abogados ni las mismas partes conocerán previamente al juez que dirimirá la causa; esta determinación procesal, si los corruptos no encuentran la vuelta nefasta, generará la efectiva desactivación de la corrupción, cuya plasmación constituiría el logro más significativo de este gobierno en la justicia, adelanto abismal que el pueblo sabrá reconocer.

El autor es abogado, posgrado en Arbitraje y Conciliación, docente universitario, doctor honoris causa.