Juan Bautista del C. Pabón Montiel
Persona es una palabra griega que quiere decir: ¡máscara! Para el teatro, para la comedia, para ocultar una voz y hacerla atiplada como para nuestro tradicional e insigne Pepino -imite una voz que no es suya -, ocultando sus dolores, penas, angustias con la nueva máscara, con la nariz afilada y la mueca intentando mostrar una alegría inexistente.
Sobre nuestra máscara, tomamos una nueva: ¡surrealista! para encuevarnos, en las frustraciones de toda índole: el deporte, la vida salvaje de la política; la pantomima y la mitomanía nacional. Estamos en las puertas de una nueva candombe nacional: el derroche de lo que no se tiene: endeudarnos para pasar una presunta diversión. Huimos, nos evadimos de nuestra realidad que nos ahorca con la depresión luego de la ingestión inmoderada de bebidas de toda índole.
Todos los días es carnaval; todos los días feriados con sus puentes: viernes-sábado-domingo-lunes y martes de cha’lla, completa la evasión nacional de las responsabilidades gubernamentales, familiares, institucionales y personales.
En distintos departamentos como Oruro, Cochabamba Santa Cruz, La Paz, el carnaval que deviene de la edad media, para dar rienda suelta a la carne (carnestolendas) es muestra de un arte que tiene raíces en la cultura prehispánica, enriquecida por la colonia de la España medieval y moderna.
Vemos cuerpos de ballet, muy bien conformados, entrenados hasta el paroxismo y el sadomasoquismo con el dolor de las extremidades que bailan hasta más de doce horas, en la peregrinación al Santuario de la Virgen del Socavón, en la tierra de don Sebastián Pagador. Es el arte, con una fusión extraordinaria de otras culturas.
Nuestro país es riquísimo en arte, folclore, música de bandas, concurso con más de seis mil componentes. Pasado el carnaval, quedan basura y restos de los posibles muertos, o los intoxicados.
El turismo que reditúa, que deja divisas, bien tratado y respetado es la mejor forma de mejorar las condiciones de vida de las personas que se ganan el pan nuestro. ¡Es el prestigio milenario de un carnaval!
¡No! No somos enemigos de la diversión -la alegría viene de adentro; no de las pasiones exteriores del tener y no ser-. Divirtámonos, creando con imaginación y sabiduría para encontrar una verdadera alegría del corazón. Que la rueda de la vida no nos muela y devore más, por nuestras pasiones sin límites para llorar por nuestra inmensa soledad existencial.
El miércoles de Ceniza marcará en la frente el rito católico: somos polvo, envueltos en una piel de carne maleable que sucumbirá a la muerte en la tumba, ¡allá donde nos olvidan!
Puerto Suárez, Santa Cruz, Bolivia.
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