De Gaulle, el francés excepcional

Tras la toma de París por tropas alemanas, en una de las tantas acciones de la Segunda Guerra Mundial, en fecha 14 de junio de 1940, Charles de Gaulle, el uniformado que personificaba el espíritu rebelde del pueblo francés, buscó refugio en Londres.

No aceptaba el sometimiento externo que recaía sobre Francia. En consecuencia: estuvo decidido a romper lanzas por la liberación de la Patria que lo vio nacer, misma que atravesaba momentos dramáticos de su historia. La bota militar alemana había incursionado en territorio francés sembrando incertidumbre, lastimando la dignidad nacional y resquebrajando la soberanía, ante el estupor de propios y extraños. Fue un hecho imperdonable, por lo humillante.

Desde Londres aquel francés excepcional, aquel uniformado de agallas y nacionalista de cepa, alentó la resistencia de su pueblo, en contra los alemanes, en el marco de las inquietudes políticas que generaba el Comité Nacional de la Francia Libre.

“Yo, el general Gaulle ahora en Londres… ¿Se ha dicho la última palabra? ¿La esperanza debe acaso desaparecer? ¿La derrota es acaso definitiva? ¡No! Créanme a mí, que les hablo con conocimiento de causa y les digo que nada está perdido para Francia. Los mismos medios que nos han vencido pueden un día traerles la victoria”, arengaba a su pueblo el genial soldado, desde Inglaterra.

“Pase lo que pase, la llama de la resistencia no debe apagarse y no se apagará…”, puntualizó, finalmente.

Su permanencia en Inglaterra incomodaba a Winston Churchill, quien, a duras penas, lo soportaba. La embajada de su país desautorizó su estadía en la tierra que acunó a Shakespeare.

Indiquemos, asimismo, que de Gaulle, durante la Primera Guerra Mundial fue prisionero de los alemanes. Intentó fugarse en más de cinco veces. A raíz de esta actitud fue internado en una prisión destinada, particularmente, a oficiales peligrosos.

En suma: Charles de Gaulle, un hombre con ideas propias, independiente y tenaz, no titubeó en sacrificarse por la liberación de su patria.