En reunión efectuada en Bogotá, los Premios Nobel de la Paz pidieron que los gobiernos, la sociedad en su conjunto y sobre todo la juventud exijan que se destierre las armas nucleares, las minas antipersonales, el narcotráfico, la narcopolítica, el odio y la corrupción. Estos males provocan la división de la humanidad, destruyen los valores del ser humano y fortalecen a las organizaciones delictivas.
Los galardonados por su accionar en pos de conseguir la paz en el mundo consideran que los males que aquejan a la humanidad son de un permanente desquiciamiento, de división y antagonismos que surgen al calor de diversos intereses; que la juventud, aún libre de males como la corrupción y las posiciones hegemónicas, es la llamada a exigir que los gobiernos no solamente se pronuncien en pos de la paz, sino que ésta debe ser lograda con hechos y oposición tenaz al odio, del que se desprenden los males indicados hasta concluir en los armamentos nucleares que amenazan la vida de la humanidad.
Muchas veces, organizaciones como Naciones Unidas se han pronunciado en pos de que sean los países los encargados de convencer a sus gobiernos, especialmente de los ricos y desarrollados, para que tomen conciencia de la necesidad de proscribir las armas nucleares; pero más ha podido la soberbia de esos gobernantes que consideran “necesario el potenciamiento armado con miras a preservar la paz”, extremo que, bien se sabe, es contraproducente porque cuanto más armas existan en el orbe más peligros habrá para que en cualquier momento estallen conflictos de gran magnitud y de imprevisibles consecuencias.
En diversas ocasiones, gobernantes de países poseedores de armas nucleares han decidido proscribir esas armas; pero han fijado pequeños cupos que apenas han disminuido los arsenales nucleares en un 3 a 5% del total, aun sabiendo que con una mínima parte de todo lo que poseen y que fue acumulado durante años, puede alcanzar para destruir totalmente el planeta. La soberbia y petulancia de quienes poseen armas nucleares dan lugar también a que el narcotráfico crezca, que la corrupción alcance límites inconfesables y que la delincuencia organizada debido a la proliferación de armas, alcance límites inimaginables.
Hay que convenir, igualmente, que países con superioridad armamentista en relación con sus vecinos, arman minas antipersonales en sus fronteras y aunque se comprometen a retirarlas, como es medio de amedrentamiento, no cumplen sus compromisos y dejan para las calendas griegas el suprimirlas de tierras que, anualmente, causan muchas víctimas por personas que, sin saber dónde se encuentran enterradas, transitan por esos sitios sumamente peligrosos.
Naciones Unidas, conjuntamente los países, debería esmerarse en exigir que todo lo que complota contra la seguridad del mundo, sea desechado, suprimido y anulado de la faz de la Tierra.
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