El dominio de los hombres en la conducción de los pueblos ha sido de siglos y milenios. No es la oportunidad propicia para emitir juicios de valor sobre sus acciones y los resultados de éstas. Además, es mejor que los historiadores de profesión lo hagan con más propiedad y sobre la base de todas las experiencias humanas.
Sin embargo, ello no impide plantear ahora que la actual época debería ser de las mujeres. Tienen los mismos valores intelectuales y sociales para hacerlo. Inclusive, debe decirse que, en este último campo, cuentan con mejores atributos, dada su sensibilidad y el hecho histórico de que han sido los verdaderos sostenes de los hogares y, por tanto, de las sociedades de todos los tiempos.
La preterición que han sufrido y que aún la padecen –ahí están los frecuentes feminicidios- no pueden o no deberían prolongarse por más tiempo. Desde el momento en que las mujeres tienen la suficiente capacidad para dirigir un hogar y una familia, por qué no van a poder hacerlo conduciendo los países. La diferencia es el número, pero en caso alguno la mayor o menor capacidad respecto a sus congéneres, los varones.
Si bien es muy grato ver el lucimiento de sus encantos físicos, como sucedió, por ejemplo, en el carnaval de Oruro, en todo caso sus posibilidades mentales y aptitudes de mando guardan estricta relación con el resto de sus componentes sociales en el orden colectivo, es decir los varones.
Múltiples son las experiencias que se tiene en cuanto al servicio público, la capacidad que tienen las mujeres cuando asumen funciones directivas. Hasta se dice que en ocasiones parecen más mandonas que los varones. Esto quiere decir que distinguen la bueno y lo malo del accionar de varones y mujeres.
En la actualidad, se comete torpe e inmensa injusticia discriminando los salarios de las mujeres respecto a los de los varones. Si el Presidente actual aduce que tiene mayor sensibilidad social que muchos otros que han ejercido esas funciones, lo correcto sería que disponga que tanto en el servicio público como en el privado no haya las actuales diferencias sociales entre varones y mujeres. Deben ser similares, o sea que sean iguales, que no haya la perversa e injusta contraposición respecto a los salarios entre varones y mujeres.
Pero ahí no debe quedar la reivindicación de las mujeres, por ser madres tienen la suficiente aptitud para gobernar también el país. El manejo de los intereses públicos sólo se diferencia en el tamaño, en cuanto a las responsabilidades son idénticas.
En el caso de las mujeres puede haber una mayor diferencia, la honestidad y la aptitud de saber administrar lo pequeño y lo grande. La cuestión, entonces, es dar a las mujeres la oportunidad de conducir los intereses públicos. Sin duda, lo harán mejor que los varones, que muchas veces no tienen ni noción de la función de saber administrar. Que no es lo mismo que dar órdenes, sino de dar eficiencia a lo poco o mucho que se tiene para cumplir y hacer cumplir determinadas tareas.
Al respecto, se puede hacer muchas otras consideraciones a favor de la competitividad femenina, término que ahora está de moda, pero que básicamente sólo se la aplica entre sí, entre los varones, dejando a un lado a las mujeres, empezando porque se les pague salarios menores a los de los varones, lo que en buenas cuentas es toda una arbitrariedad social.
A donde se dirigen todas estas consideraciones es a plantear sería y formalmente que el próximo Presidente de Bolivia sea una mujer. Por tanto, es ya tiempo para que entre ellas vean por quién se sentirían mejor representadas, al margen de toda diferencia política o social.
Estoy seguro que una mayoría de los varones compartirá esta iniciativa y, por tanto, ellos podrían también sugerir nombres de mujeres que en su opinión y experiencia pueden ser mejores conductoras de los destinos del país.
Es tiempo de hacer este cambio histórico, si es veraz y honesto aquello que se dice sobre que no tiene que haber diferencias de género, porque hay igualdad entre ellos. Pues, si es así, también resulta oportuno demostrar en los hechos que esta es la realidad. En definitiva, la futura Presidente debe ser una mujer.
Aclaro que mantengo el uso del término masculino para hablar de Presidente y no de Presidenta tan sólo para acatar la gramática. Pero, si fuera por mí, diría Presidenta.
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