Desde la tierra
¿Cómo hubiese sido la concentración del Movimiento Al Socialismo, MAS, en la plaza principal de Cochabamba el pasado martes 21 de febrero sin la presencia de las huestes cocaleras? ¿Cuánta gente hubiese asistido voluntariamente a la plaza del Estadio de La Paz sin la presión de las fichas?
El ministro de Gobierno, Carlos Romero, cree que su partido recuperó a las clases medias y que ello se notó en esa cita. No sé si es una afirmación consciente o un nuevo autoengaño para no ver lo que para otros analistas resulta evidente: el oficialismo perdió a los centros urbanos, sobre todo a la sede de gobierno y difícilmente volverá a recuperarlos.
Por ello fue urgente traer refuerzos de los pueblos vecinos, práctica que se convierte en rutina. Para llenar el espacio hubo que acarrear campesinos del altiplano; los habitantes de las zonas tropicales estaban enojados y no se aliaron a ellos. Desfilaron decenas de hombres y mujeres vestidos con polleras multicolores y ponchos rojos ante los insultos y silbidos de los peatones ocasionales.
Según reflejaron los noticieros en las proclamas masistas faltó juventud urbana, la cual fue la más entusiasta en las plazas donde se reunieron los que reiteraron el No a la modificación de la Constitución Política del Estado para habilitar candidaturas que ya cumplieron sus mandatos. En casos como Potosí, la participación citadina sólo pudo ser contrastada con la llegada de forasteros.
Sin embargo, debemos también imaginar el otro lado. ¿Puede algún partido político, incluso varios de los llamados colectivos urbanos convocar gente en los principales pueblos de la ruta La Paz- Oruro, por dar un ejemplo cercano? Quizá la organización de Félix Patzi; pero no acredito que UN o los Demócratas consigan la participación espontánea de la población provinciana.
El primer quiebre del MAS en el gobierno fue el choque urbano rural en Cochabamba, con el saldo de muertos y heridos. La llegada de campesinos produjo ese enfrentamiento. Una década después está claro que la principal división del país está entre la ciudad y el campo. Hay matices, como las minas, incluso la histórica Llallagua donde el No fue tan importante, y otros pueblos, pero en general ningún líder hace sombra ahí a Evo Morales y lo que él representa.
Los opositores deberían empezar ya a democratizar a sus partidos en vez de sólo criticar al MAS, a renovar dirigencias obsoletas que ni conocen las orillas del país y recorrer sus entrañas, su gente, si sueñan con ganar las elecciones del 19.
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