En un artículo publicado en el periódico oficialista (12-II-17) se trata de explicar, quizás por primera vez para la opinión pública nacional, lo que es el llamado ¡“socialismo Siglo XXI”!, fórmula milagrosa puesta en aplicación en forma subrepticia por los ideólogos populistas del gobierno boliviano
Esa nota de Alejo Brignole recuerda el origen de la receta maravillosa y asegura que “nació a partir de los desafíos tecnológicos, estratégicos y medioambientales” que se produjeron en el Siglo XX, lo cual “dio lugar a una nueva gestación de ideas”, como el socialismo del Siglo XXI, y la formación de un especial “corpus doctrinal” y “nuevos paradigmas políticos”.
Esa pauta –sigue diciendo- se acentuó después de la caída del sistema comunista soviético en 1991 y originó un neoliberalismo más dogmático que trató de ser salvado, pero que “¡terminó por derribar lo que quería mantener!” y a la vez, mostró “la dificultad de mantener un sistema económico cerrado y anquilosado en un modelo socializante de herencia stalinista, decadente y alejado de los verdaderos postulados planteados por Kart Marx en sus escritos económicos y sociales”.
De en medio de esas cenizas -dice el autor- “el mundo regresó a “esquemas socializantes” para concebir relaciones humanas y estructurar la economía y oponerse al capitalismo y sus contradicciones. Entonces de esos residuos apareció un sociólogo alemán, Heing Dieterich Steffan, que elucubró la teoría del Socialismo del Siglo XXI, la misma que fue elevada a rango de doctrina política por el venezolano Hugo Chavez en el foro de Puerto Alegre (2001) y entonces consagró la panacea providencial que supera al socialismo soviético y al capitalismo “para evitar los desmanes propios del lucro desmedido y para que la propia economía sirva al conjunto social”. Ese modelo fue adoptado por Allende, China, Evo Morales y otros.
Una característica de ese socialismo es su “naturaleza líquida” que se ajusta a toda circunstancia y adopta “diversas formas de aplicación táctica a veces contradictorias” y en debate continuo” y rectifica ideas “para alcanzar un nuevo socialismo”.
Hasta ahí el origen y objetivos de del nuevo “paradigma político”, pero este “corpus doctrinal” no ha resistido un papirotazo y el intento de su aplicación no tuvo el menor avance en ningún país donde se lo quiso aplicar, como en Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador, Nicaragua, China y Bolivia. Todo ese intento se derrumbó a la primera brisa como un castillo de naipes. La teoría no resistió la práctica, porque la teoría era falsa, más aún desde la fallida experiencia en la Unión Soviética, pese a 70 años de toda clase de experimentos y que se desplomó sin remedio.
Pero la falla del feliz bálsamo del Socialismo del Siglo XXI no está en las causas señaladas por el autor de la nota, sino en que se basa en aspectos subjetivos o en “desafíos tecnológicos, estratégicos y medio ambientales” y otros, en especial en América latina donde su aplicabilidad es nula, como prueban los hechos en Venezuela, Uruguay, Ecuador, Bolivia, etc., donde la historia marcha por otros caminos y si en algún caso tuvo algún éxito, fue momentáneo y solo gracias a grandes ingresos originados en los altos precios de las materias primas, alza que de no haberse producido, el Socialismo del Siglo XXI no hubiese durado una salva de cohetes.
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