Después de contemplar el debate referido al aborto en el Código Penal en preparación, incidimos en que se trata de un tema inseparable de la ética y de la moral no solo personal sino del conjunto social, pero ignorado o apenas mencionado por unos y otros. Inseparable también de la ética es el sentido de responsabilidad de los engendradores: hombre y mujer.
La disposición a punto de ser aprobada por el predominio de los dos tercios en el Legislativo, se caracteriza por la permisión absoluta del aborto, como de manera fáctica desarrolla la norma que, en el fondo, resulta proclamando el libertinaje sexual, lejos del concepto de familia y de hogar, haciendo a la juventud -edad inmadura por excelencia- la destinataria principal de ese libertinaje. Una de las muletillas de los partidarios de la libertad de la mujer para disponer de su cuerpo, derivando a segundo o tercer plano el rol fundamental de la maternidad, que debe merecer una administración cuidadosa por sus consecuencias de vida y de orden social.
Esa libertad no puede traducirse en generar nuevos seres humanos para seguir el camino fácil de eliminarlos si resultan de alguna manera incómodos, libertad que es una invitación a dar la espalda a la base conciencial que nos diferencia de otras especies de la naturaleza. Estos requerimientos no son solamente postulados o prejuicios religiosos como se quiere hacer ver, sino que hacen al principio ético de cada uno y de todos en general.
Llamamos medida irrestricta porque para someterse al aborto basta llenar un formulario. Conforme a la última reforma es suficiente también dar aviso de la decisión de aborto a cualquier autoridad. Dicha reforma admite el aborto impune en casos de violación, ser una niña o estar en peligro la vida de la mujer. Ahora no habrá inconveniente en declarar estado de pobreza, tener tres hijos e inclusive ser estudiante para acceder al aborto, según el texto actual. ¿Quién verificará o certificará la veracidad de dichas declaraciones? La letra muerta de la ley aguanta todo, sin que sean creados instrumentos palpables de control.
Se obliga a todos los médicos a practicar el aborto y así como se trae a cuento algunas leyes del extranjero como parámetro que debemos seguir, no se respeta la objeción de conciencia reconocida universalmente, en este caso en lo relativo a lo médico.
Por todo lo que se ve a diario carecemos del sentido de la responsabilidad, lamentablemente empezando de la familia. Ante este cuadro, alentar el abuso del cuerpo así sea a costa de la vida de un ser concebido, debería llevar a profundas meditaciones, respetando, además, preceptos legales y constitucionales vigentes. La ineficacia del Estado es tan grande que se declara impotente de controlar a quienes practican impunemente abortos malsanos y prefiere consolarse bajo una ilusoria atención médica y profesional.
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