El Círculo de la Unión inauguró las sesiones de ópera del Círculo de la Ópera que cobija y auspicia todos los años, con la acostumbrada distinción que le es habitual.
Esta vez fue con la obra Andrea Chenier, del compositor italiano Umberto Giordano, que trata de un episodio corriente en tiempos de la Revolución Francesa, cuando menudearon los abusos, la arbitrariedad con demasiada carga de resentimientos, como suele acontecer en todo tiempo y lugar, donde en la mayoría de las “revoluciones” se entronizan caudillos, tiranuelos de toda laya que siembran el terror, la inseguridad y toda clase de excesos. Tienen que estar en nuestra memoria los años truculentos de la era del MNR, después de la revolución de Abril, que ha hecho gemir a tanta gente, donde se ha torturado, asesinado y exiliado a muchas personas, llenando de desolación y miseria a tantas familias, donde los riesgos y el abuso eran la moneda corriente. Pero parece que realmente el pueblo de Bolivia no tiene memoria.
Y este ejemplo ha cundido en los siguientes cuartelazos y ahora mismo se repite la inseguridad de aquella época tenebrosa, de espanto, intolerancia y enfrentamientos que impiden la evolución política, cultural y social. Tal situación no nos lleva a esa panacea de la libertad, la tolerancia y unidad que tanto ansiamos.
Andrea Chenier es una ópera en la que, sin tener una riqueza melódica, la orquestación plantea los sucesos con calidad expresiva. La versión vista en el Círculo de la Unión fue una reproducción de la presentación de la obra en el Covent Garden de Londres, hace poco tiempo, con la interpretación del tenor Jonas Kaufman en el papel de Andrea Chenier.
El argumento en cuatro actos se desarrolla en París de l789, cuando el poeta Andrea Chenier, enamorado de la joven noble Maddalena Coigny, es implicado, detenido y condenado injustamente y, después, Maddalena para seguir el fatal destino de su amante logra sobornar al carcelero y ocupa el puesto de una condenada a muerte y juntos los amantes cantan su amor y se enfrentan a la guillotina dando vivas a la muerte.
¿Cómo es posible que en una ciudad como La Paz, denominada “maravilla”, no podamos tener un verdadero Teatro de la Ópera, donde se pueda exhibir espectáculos de tanta elevación como la ópera, el ballet, conciertos de virtuosos de la música y tanta obra que ha de colocar a nuestra ciudad entre las grandes capitales del arte. Estamos comprobando que nuestros talentos se están formando y ya pueden regalarnos grandes obras. Escuchamos extasiados el virtuosismo de cantantes, solistas de violín, piano, guitarra, violoncelo, clarinete que reclaman un magnífico teatro que dará mucho impulso y aliciente a nuestros artistas. Hace pocas noches un magnífico guitarrista dio un concierto en una sala modesta y esta situación no debe continuar así.
De una vez, que el vergonzoso Panóptico sea trasladado y se erija en este sitio el Gran Teatro de la Ópera.
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