Recuerdos del presente
Cuando te han dado, o los médicos o los electores, el aviso de desahucio, quisieras, imagino, que el mundo se acabe, que tus enemigos se vayan antes que tú, que nadie te sobreviva, y menos quienes no te quieren. Después de mí, el diluvio.
Alguien está razonando así en el país. Ese alguien ha ordenado que los jueces, todos ellos muy ansiosos, manden a la guillotina a todos los que le critican, o que se atreven a proponer soluciones diferentes.
Es una forma de entender lo que está ocurriendo, cuando los jueces, que estaban adormilados, sin saber lo que debían hacer para quedar en el cargo cuando se produzca, si se produjera, la tantas veces anunciada y mentada nueva, y esta vez definitiva, reforma de la justicia.
Si los jueces que vayan a quedar serán calificados por meritocracia, como sugieren el vice y el brazo derecho del vice, o por militancia, es algo que crea confusión. Si vas a hacer méritos, los vas a hacer a la justicia o al partido, o al jefazo. Esa es la duda, o la cuestión, que se define por el lado más seguro: apoyar al “proceso”. La ley, en este caso, no tiene posibilidades de ser tomada en cuenta.
Por si las dudas, porque uno nunca sabe, algunos jueces están fallando, esa es la palabra, en contra de los eventuales aspirantes a sustituir al insustituible, al non plus ultra, al hijo de la pachamama, al amo de todos los suyos, míos o ajenos.
Sobre el desahucio de los médicos no se sabe mucho. Al fin y al cabo son cubanos. Se han equivocado tantas veces que sus diagnósticos no son definitivos. No tienen los insumos, los aparatos, ni los conocimientos que les permitan dar a alguien de baja o de alta.
En cuanto a los electores, las dudas son mayores porque, en realidad, sus fallos han sido tergiversados de tal manera que no son tomados en cuenta. El sistema de recuento de votos no respeta las reglas de la aritmética.
Las encuestas no ayudan mucho porque no incluyen los factores de adulteración del voto. Pero asustan a los propietarios del poder, y les hacen apostar por el diluvio.
Por el momento, los jueces son las víctimas propiciatorias. Después llegará el turno de los milicos.
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