Mayor Franz D. Santander Calle
La conducción de vehículos es un acto complejo y peligroso en el que entran en juego múltiples factores, siendo la visión la más importante de todos. El 90% de la información que recibimos al conducir nos llega a través de la vista -observación-, de ahí que las condiciones visuales son determinantes para un efectivo rendimiento como conductor y guardan relación con la accidentalidad por fallo humano.
Para conducir se requiere una visión de calidad, más que de cantidad. La calidad viene determinada por un correcto equilibrio entre los distintos aspectos que integran la función visual.
Todas aquellas alteraciones o enfermedades que produzcan una disminución o la falta de uno o más de estos aspectos dará lugar a una visión más pobre y de inferior calidad, por lo que los conductores pueden tener mayor dificultad a la hora de calcular distancias, velocidad y a la hora de conducir en determinadas condiciones extremas (fatiga y/o conducción nocturna).
El envejecimiento visual -según estudios- se produce a partir de los 45 años y con la agudeza visual, visión de profundidad, campo visual, adaptación a los cambios luminosos, visión de colores y movilidad ocular. Además con la edad pueden aparecer alteraciones o enfermedades visuales y generales que deterioren la capacidad ocular.
Las enfermedades de la vista (cataratas, glaucoma, retinopatías, etc.) cuando no son controladas a tiempo pueden evolucionar hacia la ceguera. Sólo el control periódico podrá detectar a tiempo cualquier cambio y se podrá efectuar el tratamiento adecuado para detener o incluso revertir la enfermedad. La pérdida de visión brusca es fácilmente perceptible por la persona, pero la pérdida progresiva no, puede pasar desapercibida y ser demasiado tarde cuando se detecte.
Para una buena conducción son necesarias las siguientes premisas: percibir con precisión todos los elementos que intervienen en el tráfico, conseguir una interpretación adecuada de nuestro cerebro, dar una respuesta neuromuscular aplicada a los mandos del vehículo, en segundos. Este lapso de tiempo mejorará cuanto más segura sea la carretera, mejores las prestaciones de los vehículos y el conductor tenga una correcta capacidad visual al tiempo que respete las normas de velocidad, luces y distancias.
Está demostrado que los defectos de agudeza visual y del campo visual para objetos en movimiento, se objetivan con más frecuencia en conductores que han sufrido accidentes, esta situación se acentúa en condiciones de baja iluminación, en conductores ancianos y en enfermedades oftalmológicas asociadas.
Es importante considerar siempre, junto con la capacidad visual, las circunstancias personales del conductor, tanto médicas de enfermedad, grado funcional y factores de riesgo asociados, como de conducción en cuanto al tipo e intensidad de exposición al riesgo.
Un conductor de riesgo desde el criterio visual, debe ser aconsejado sobre su peligro y se le debe facilitar la modificación y adquisición de estrategias compensadoras en la conducción, así como el control médico de la patología oftalmológica existente que le permita desarrollar una correcta actitud vial.
Si para ello es necesario el uso de cristales correctores o lentes de contacto, se recordará que su utilización es obligatoria cuando se conduce, debiendo llevar gafas de repuesto en el interior del vehículo.
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