Causa cada vez mayor preocupación que Chile no cese en sostener tensiones con nuestro país, cuando debía ser el primero en buscar el apaciguamiento con Bolivia, desde el momento que le arrebató en guerra de conquista su extensa costa marítima en 1879, incluyendo el departamento del Litoral. En total se apropió de 120.000 Km2.
Desde la presidenta Michelle Bachelet sus palabras y actos no son precisamente como podía esperarse. Aparte de considerar como legítima la detención de un grupo de bolivianos que estaban cerca de la frontera con Chile y les atribuye que tuvieron la intención de cometer un acto delictivo, como es el robo de un camión, incurre en una gran falacia.
Dos militares bolivianos y siete trabajadores de la Aduana Nacional fueron detenidos con ese argumento agraviante y se anunció que serán sometidos ante juzgados de Tarapacá. Esto es que Bachelet magnifica la supuesta presencia de aquel pequeño grupo pacífico cerca de la frontera con el país vecino.
La explicación de las autoridades bolivianas es que no hubo violación de límites y menos la supuesta sustracción de un vehículo. La palabra oficial la emitió el canciller interino, René Martínez; fue expuesta en términos enérgicos, como correspondía.
En efecto, dicha autoridad expresó: “Nuestra airada protesta de indignación, esta declaración no es de un funcionario de frontera, no es un funcionario institucional o de gendarmería, esta declaración viene de la presidenta Bachelet…”.
Ciertamente, cuesta entender que en un incidente, si es que hubiera existido, sea nada menos la mandataria chilena la que lance semejante sindicación. Aunque fuera verdad, no es nada comprensible ni aceptable que sea Bachelet la que asuma una torpeza de tal magnitud.
Podía ser un jefe policial o más propiamente un funcionario de la Cancillería de Santiago el que llegue a ese extremo, pero no precisamente la presidenta.
Con tal actitud, Bachelet está poniendo de manifiesto que otra vez Chile persiste en su distanciamiento, si acaso no rechazo u odio a Bolivia. Este gesto desmesurado se produce en circunstancias en que América del Sur estaba dando ejemplo de buena vecindad, en contraste con problemas nacionales que existen en otros continentes.
Como mujer y gobernante podía ser moderada y conservar en toda circunstancia el clima pacifista en la región. Más todavía, poner punto final a las diferencias con Bolivia.
Recientemente, trascendió en medios periodísticos de Chile que en su primer gobierno hizo viajes por la frontera con Bolivia, con el ánimo de encontrar alguna vía de solución a la salida nuestra hacia el mar. Lástima que no hubiera persistido en ese propósito en aquel entonces, pero permite ya suponer que tenía buena predisposición para ello.
Al existir un antecedente tan positivo, al menos desde la posición de su gobierno, causa sorpresa y desaliento en Bolivia que en su actual gestión no pudiera poner punto final al problema.
De ser gobernante con perspectiva visionaria, ahora resulta que por una insignificancia demuestra que tampoco en su actual gestión podrá encontrarse un entendimiento de amistad y recíproca cooperación entre dos países vecinos.
Acaso no se percata que existiendo entendimiento con Bolivia, Chile tendría la posibilidad de intercambiar una amplia cooperación con Bolivia en materia productiva y económica en general.
Si Chile resolviera la demanda boliviana de tener nada más que un acceso propio y soberano al mar, a cambio dispondría de acceso a múltiple y beneficioso intercambio comercial con su vecino del este e incluso contar también con las puertas abiertas para su intercambio comercial con Brasil.
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