Gabriel Arrese Leza
Imagina plantar un árbol con tan sólo realizar una búsqueda en Internet. Esta es la premisa bajo la que trabajan en Ecosia. Un buscador ecológico y verde que ayuda a convertir las miles de búsquedas diarias en una eficaz ayuda al medio ambiente. Su voluntad es donar el 80% de sus ingresos por publicidad a distintos programas para la plantación de nuevos árboles.
Ecosia ha conseguido plantar más de seis mil millones de árboles desde su creación hace ocho años. Tardan once segundos en plantar un árbol. Su funcionamiento es sencillo. Primero debes registrarte en su página web y después comenzar a utilizar el buscador como con Google o Yahoo. Los ingresos se generan con los anuncios al lado de las búsquedas. Una acción que realizamos todos los días y que ahora, además, ayuda a conservar el medio ambiente.
Sin embargo, no todas las finalidades de la red responden a buenas intenciones. Internet surgió en los años sesenta a raíz de la necesidad de encontrar una fórmula eficaz y accesible para una comunicación universal. Un proyecto ambicioso que ahora forma parte del estilo de vida de casi todo el planeta. En la actualidad es imposible imaginar una realidad alejada de Internet. Nuestros actos cotidianos giran en torno a una red universal de contactos y comunicación. Tanto para compartir de manera pública cuántos kilómetros has recorrido hoy como para hablar desde el extranjero con tu madre hospitalizada. Ya no concebimos igual un concierto si no lo compartimos, ni debatir sobre política si no es por las redes sociales.
Este nuevo estilo de vida supone a su vez un riesgo. Cedemos de manera gratuita nuestros datos a cambio de supuestas facilidades. De ello se aprovechan las grandes empresas virtuales como Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft y Yahoo. Gigantes de la red que se erigen como los dueños de una red sin dueño ni control.
Además, estos patrones gozan de buena imagen debido al sentimiento de necesidad que ellos mismos generan. Se sitúan entre las compañías económicas más poderosas del mundo. Al igual que a empresas textiles se les crítica y exige una política alejada de la explotación infantil, se hace una excepción con los supuestos dueños de Internet. Pero toda fortuna requiere, o eso parece en la actualidad, de malas praxis. Google fue acusado por la Unión Europea de “posición dominante” a la hora de favorecer precios con su buscador, tal como asegura el periodista Alberto Palomo. Reciente es también la sanción de Bruselas a Apple. Está acusado de beneficiarse del paraíso fiscal residente en Irlanda y condenado a pagar 13.000 millones. Palomo recoge la opinión de la autora del libro “¿Por qué pagas más impuestos que Apple?”, Mercedes Serraller, que asegura que estas empresas se benefician de la eclosión digital que vivimos.
La información que mostramos de manera pública se utiliza como base de conocimiento para identificar nuestros gustos y preferencias para toda aquella empresa que busque en nosotros un cliente potencial. Al igual ocurre en situaciones de máxima seguridad. Si, como dicen, han sido capaces de hackear los correos de Hillary Clinton para sabotear las elecciones norteamericanas ¿qué no podrán hacer con ciudadanos corrientes? El espionaje es viejo, pero con las nuevas tecnologías regalamos nuestro escaparate interno.
Una buena idea inicial acaba por convertirse en justo lo contrario. La accesibilidad que nos da Amazon en un principio acaba por convertirse en la ruina de pequeños empresarios. Esa red que buscaba abarcar las máximas variables posibles acaba por reforzar a los monopolios. En lugar de alcanzar la diversidad, ha creado una cultura egoísta, sin dueño ni control.
El autor es periodista.
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