En el último tiempo, las autoridades de Chile y Bolivia están forzando su malestar recíproco, en vez de apaciguarlo y más bien crear las condiciones más favorables para el diálogo y la amistad entre países vecinos. Ciertamente existen factores adversos para ello, pero siempre es mejor conservar la calma y el apaciguamiento. Esto es lo civilizado, con mayor razón cuando está pendiente el pronunciamiento del Tribunal Internacional de Justicia, con sede en La Haya, sobre el pedido que le hizo Bolivia para que emita un dictamen a favor del diálogo con Chile.
Además, las autoridades del país vecino no toman en cuenta los sentimientos de paz de su pueblo, que es amistoso e incluso fraterno con los bolivianos.
Al menos esta es la experiencia personal que he tenido al respecto. Estuve un par de veces en Santiago y el trato que recibí de su gente lo recuerdo con el mayor afecto, porque ha sido amistoso y fraterno. Pero esto puede ser poco, en cuanto a la experiencia inolvidable que tengo con colegas chilenos, de ambos sexos, cuando coincidíamos en reuniones internacionales de periodistas en América Latina, en Estados Unidos e incluso en Europa. Entre chilenos y bolivianos compartíamos las estancias y los viajes como si fuera poco menos que como de hermanos.
Incluso los colegas de otras nacionalidades, que tenían en cuenta la contingencia infausta que tuvieron nuestros países en 1879, se sorprendían por lo bien que chilenos y bolivianos nos entendíamos y compartíamos los viajes.
Hago esta mención porque considero que es oportuno exponer que si bien las autoridades de ambos países actúan a veces con acritudes, en lo que concierne a la relación personal nos llevamos muy amistosamente entre bolivianos y chilenos.
El propósito de fondo, principalmente, es resguardar esos sentimientos afectivos que tenemos como pueblos. Por esta razón, las autoridades de ambos países tienen que ser más cautas en el trato vecinal. Ante todo, su deber es pulsar el sentimiento humano antes de precipitarse en enconos y animosidades.
Bolivia y Chile son vecinos que uniendo sus recursos y posibilidades pueden sobresalir en el contexto sudamericano. De ahí que es de lamentar que se hubiera llegado a ventilar sus diferencias en juicios internacionales.
Antes de que esta circunstancia malogre sus respectivas perspectivas, convendría entablar un diálogo previo, deponiendo posiciones encontradas y buscando más bien entendimientos que sean fructíferos, pues así se evita mayores contrariedades y más bien se abren buenas posibilidades de accionar conjunto.
La vecindad, en todo caso, debe traducirse en el logro de ventajas mutuas, a través de acciones conjuntas, no sólo en el campo internacional, sino en el intercambio de esfuerzos recíprocos para constituirse en un bloque influyente en la región.
Ambos países tienen mucho para compartir, en el plano económico y social. Chile cuenta con significativos avances en su desarrollo tecnológico, los cuales compartiendo con Bolivia pueden concretarse en beneficios mutuos en la explotación de las múltiples riquezas naturales que posee el territorio nacional.
La decisión del Tribunal Internacional de Justicia en torno a la demanda que hizo Bolivia para que se pronuncie a favor del diálogo con Chile puede producirse ya, pues aquel pedido fue formulado el año pasado.
De antemano, lo más probable es que dicho Tribunal emita un fallo favorable a tal solicitud, pues su función primordial, en toda instancia, es favorecer lo positivo, antes de dar paso a lo negativo. El diálogo es precisamente lo más civilizado que tienen los seres humanos, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Por tanto, de momento, por lo menos, es necesario dejar de añadir más elementos negativos a los vínculos bilaterales, para que cuando tenga que instalarse el diálogo por decisión del Tribunal de La Haya, las posibilidades sean más positivas que negativas.
El Gobierno de Bolivia, por consiguiente, tiene que dejar de causar mayores contingencias adversas con Chile. Si pidió que dicha órgano propugne el diálogo, lo pertinente es aguardar su pronunciamiento, antes de persistir en más complicaciones. Actuar en contrario es incomprensible e inconsecuente con lo que se ha requerido.
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